viernes, septiembre 27, 2013

Las Brujas de Zugarramurdi (2013)

Aunque hoy se estrena en los cines de toda España Las brujas de Zugarramurdi, en Copia Zero asistimos ayer a un pase especial para la prensa. Tenía bastante interés en ver la última película de Alex de la Iglesia, a quien considero un director valiente, que en los años noventa apostó por géneros poco usuales en el cine español. Nos regaló aquel diamante en bruto que fue Acción Mutante, y una gamberrada posmoderna con mucho gancho y tirón mediático como El Día de la Bestia. Sus dos siguientes películas (Perdita Durango y Muertos de Risa) se me antojaron algo peores, pero poco después llegaron 800 balas, La Comunidad, y Crimen Ferpecto, trilogía con la que alcanzó su cénit narrativo - con algún que otro exceso - y afianzó las constantes de su sello personal.

Aunque algunos quieran erigirle paladín del cine fantástico español, haciendo recuento, su cine se ha movido más bien en el terreno de la comedia negra. Y así, como una comedia cargada de cinismo e ironía, ha de digerirse Las Brujas de Zugarramurdi, que para la ocasión, coquetea con los códigos del cine de terror como mera fachada visual, sin ser en ningún caso, un horror film.



Como comedia hay que decir que funciona, debido a que su guión está muy apoyado en el diálogo y orientado al lucimiento de un reparto coral encabezado por Hugo Silva y Mario Casas, pero sólidamente respaldado por actrices consagradas como Carmen Maura, Terele Pávez o María Barranco; cómicos televisivos como Jaime Ordóñez, Santiago Segura, Secun de la Rosa y Carlos Areces, y gente muy competente como Enquique Villén, Pepón Nieto o Macarena Gómez. Todos ellos trabajan entre bien y muy bien, con la excepción de Casas.

Os aseguro que fui con la mente abierta, cofiando en el director y en sus decisiones de casting; pensaba de hecho, que esta era la oportunidad perfecta para que el actor demostrara que es algo más que una cara bonita. Muy a mi pesar, estaba equivocado. Su pobre y desconcertante interpretación casi podría servir como material divulgativo sobre "qué no hacer" en cualquier escuela de arte dramático.

  
 
El primer acto de la película funciona bien, es entretenido, rítmico y visualmente aceptable, aunque adolece de cierta torpeza en el montaje y algún detalle completamente inverosimil (aun en una comedia de estas características), pero se deja ver y es divertido. La película empieza a perder fuelle y a dilatarse innecesariamente cuando llegan al fronterizo pueblo de Zugarramurdi. Alex de la Iglesia parece no saber bien cómo abordar su mensaje (una mirada cínica hacia esa sociedad consumista gris, falta y necesitada de emociones fuertes, pues para el director todos somos unos idiotas reprimidos).


Las Brujas... no encuentra el punto justo entre el humor y el terror, que sí existe en films como Un hombre lobo americano en Londres, de John Landis, o la trilogía de Evil Dead de Sam Raimi. Quienes quieran encontrarse con la comedia española de raza, deben tolerar escenas bastante gore y guiños al terror más clásico, y quienes busquen al paladín del cine fantástico, arriesgado y valiente, tendrán que soportar las bufonadas de Hugo Silva y compañía.


Hay subtramas y personajes que no ofrecen el más mínimo interés (aunque sean necesarias para hacer avanzar la historia), como todo lo relativo al personaje interpretado por Carolina Bang, quién además es el error de cásting más significativo después de Mario Casas.

Paralelamente, el departamento de efectos visuales debió mimar un poco más el acabado final de la película, pues algunos de ellos resultan artificiales y no se integran a la perfección en el plano. También encontramos algunos errores formales de diverso tipo: La escena de la huída, por inverosímil y mal montada; el número musical gótico en plan Broadway, por no funcionar ni como catársis ni como parodia; y el plano final de Carmen Maura, Terele Pávez y Macarena Gómez, riendo tras exponer 'el mensaje' (las brujas como metáfora de las pulsiones primarias del ser humano), por forzado y falto de nervio.

Las Brujas de Zugarramurdi es una comedia española de las de siempre (hay palabrotas, pedetes y tetillas), con buenos actores y un guión muy bien estructurado a nivel coral para que todos ellos se luzcan; pero con una base argumental muy pobre, que se queda coja y pierde el norte hacia el ecuador del film.

domingo, septiembre 22, 2013

Moonrise Kingdom (Wes Anderson, 2012)

Aun sin ser un ferviente seguidor de Wes Anderson, le reconozco su refinado uso de la fotografía para generar atmósferas sugestivas y la creación de unos anti-héroes que dotan a su cine de un encanto especial, muy del gusto de hipsters y modernos, pero que también atrapa a los defensores de la vieja escuela, como quien firma esta reseña.

Moonrise kingdom transcurre en una tranquila isla de la costa de Nueva Inglaterra durante el verano de 1965 y cuenta la historia de una chica y un chico de doce años que se enamoran, hacen un pacto secreto y se escapan al bosque, provocando la alarma de toda una comunidad.




El film podría ser catalogado como una bien entendida comedia del absurdo, pero en ningún caso ha de meterse en el mismo saco que otras películas con la misma denominación (tipo Scary Movie o las sagas ochenteras terminadas en ...como puedas); está basamentada sobre una serie de referentes arquetípicos trasladados a un plano bastante más terrenal, que a su vez es  reinventado formalmente para resultar idílico y visualmente atractivo. Sobre una historia sencilla y honesta, sin demasiados reveses, se ejercen pues dos fuerzas tensoras. Por un lado, unos diálogos estudiadamente solemnes, apoyados por la música - de aire militar - y el montaje, y por otro un diseño de producción costumbrista muy llamativo. De la mezcla de ambos lenguajes nace irremediablemente un delicioso tono de comedia absurda, con la que es imposible no empatizar desde el primer plano.




Aun dentro del estilo tan particular del director (su gusto por una fotografía colorista, o el uso que hace del plano cenital, la simetría y los travelings laterales), el lenguaje fílmico adquiere rápidamente las formas del cine bélico, el melodrama, la epopeya clásica y hasta el falso documental, en lo que quiere ser un sello personal, presente en su filmografía desde casi sus primeros films.

Moonrise Kingdom cuenta con un reparto de primer nivel. No todos tienen tiempo para lucirse, pero sí que saben amoldandorse al tono del film con una gracia innata. En este sentido me sorprendió Bruce Willis, que desde hace algún tiempo, quizá consciente de su edad, ha ido abandonando su rol de héroe de acción por papeles más sosegados y reflexivos como este Capitán Sharp, en una evolución lógica parecida a la de su compañero de reparto Bill Murray, que en este caso se limita a cumplir su cometido (con creces, eso sí) debido al caracter coral del guión. Tampoco los niños lo hacen nada mal; en ningún caso me resultaron repelentes o reviejos (como suele suceder) sino que parecen entender a la perfección "de qué va el asunto" con Wes Anderson.



Por su carácter paródico y su sano sentido del humor, se me hace muy difícil encontarle fallos a Moonrise Kingdom, el guión es modélico, su ritmo es ágil y visualmente es de 10. Además, es una auténtica gozada ver a tantas estrellas de Hollywood pasándoselo en grande con sus respectivos papeles. Por más tecnicismos que suelte, se trata a fin de cuentas de una historia cercana y sincera para todos los públicos, que funciona a varios niveles de entendimiento y nos deja con una sonrisa en los labios.



Regreso a la Tierra (Joseph M. Newman y Jack Arnold, 1955)

A través del vasto universo de la cinematografía, la misión es a veces tan agotadora y solitaria que parece no acabar nunca. Pero tiene sus compensaciones; cada sonda lanzada al espacio, cada film desconocido, trae consigo nuevos hallazgos; un interminable catálogo de nuevas películas y directores igualmente desconocidos.

La última baliza de reconocimiento, reportó en mi pantalla la existencia de un film de 1955, en plena fiebre nuclear, llamadado This island, Earth, o como se tituló en España en 1980 (tras la dictadura franquista, aun sin tener ningún subtexto político), Regreso a la Tierra, un filme basado en los textos de  Raymond D. Jones, y dirigido por Joseph M. Newman y Jack Arnold, bajo el auspcio de Universal International Pictures.



Tras haber superado una prueba, sin él saberlo, al construir un interocitor (un extraño aparato con poderes extraordinarios), el doctor Meacham (Rex Reason) pasa a formar parte de un equipo internacional de científicos que trabajan en un programa secreto de investigación. Allí se encuentra con la profesora Ruth Adams (Faith Domergue), que parece no reconcerle. Meacham descubrirá muy pronto que está siendo manipulado por un grupo de extraterrestres con intenciones poco claras.

Para no andarme con demasiados rodeos diré que This island, Earth me ha encantado, y que es un delicioso caramelo para cualquier aficionado al género fantástico. A pesar de los dos años y medio que Universal empleó en su realización, debido principalmente al descontento del productor William Alland con el guión, y sus continuas reescrituras, así como a los terremotos que sacudieron el set de rodaje o el cambio del director, nada de esto parece influir en el resultado final. La historia cabalga a trote rápido con ese encanto e ingenuidad tan particular de la ciencia ficción de los años cincuenta, manteniendo con eficacia el suspense durante la construcción del interocitor, y toda la fase previa al reclutamiento de Meachan.





Un encanto no solo presente en la narración, sino también en su fotografía en Technicolor y en unos efectos especiales, que si en unas ocasiones (sobre todo al principio) no alcanzan el refinamiento de otros títulos de la época (me acuerdo ahora de Planeta Prohibido), sí que nos ofrecen hacia el final unas inolvidables vistas del planeta Metaluna, que constituyen el auténtico clímax visual de la película, donde se combinan todas las técnicas de la época. Maquetas de platillos volantes se integran a la perfección con matte paintings de civilizaciones extraterrestres y efectos ópticos de lásers y haces de luz.



Como nada hay perfecto, le achacaría un deux ex machina bastante importante hacia el final. Aun enmarcado en la ciencia ficción más febril, resulta decepcionante que tras una trama tan sólida y bien estructurada, los guionistas caigan en un gazapo tan obvio y pedestre, incluso para los no versados en Ciencias de la Atmósfera. 

Todavía están presentes en el imaginario colectivo aquellos mutantes de aspecto insectoide en los que Universal basó toda la imagen publicitaria del film, a pesar de salir apenas 5 minutos y no constituir ninguna amenaza real para los protagonistas; o la divertida peluca blanca de Jeff Morrow, que sería objeto de parodia / homenaje en la fallida Exploradores (Joe Dante, 1985).

Aun sin alcanzar el grado de excelencia de Ultimátum a la Tierra, La Invasión de los Ultracuerpos o la mencionada Planeta Prohibido, This island, Earth es perfectamente válida como título definitorio del género y la corriente imperante en aquellos tiempos, y su argumento logra atraparnos, divertirnos y hasta dejarnos con ganas de más.


domingo, septiembre 15, 2013

El Vuelo (Robert Zemeckis, 2012)

Poco tiene que demostrar a estas alturas Robert Zemeckis, una suerte de segundo rey midas de Hollywood con un talento innegable para seleccionar guiones (Regreso al Futuro), manejar grandes presupuestos (Forrest Gump), dirigir primorosamente a sus actores (aquí vale cualquiera, pero por no repetirme, mencionaré Lo que la verdad esconde), rodar en condiciones extremas (Naúfrago) y que además ha tenido el valor de sacar adelante un cine de animación digital con una vocación fotorrealista (Polar Express, Cuento de Navidad, Beowulf) que ni siquiera el gigante Pixar se ha atrevido a abordar.

Con El Vuelo, no diré que se ha superado (Forrest Gump sigue siendo para mí la cima de su carrera, tanto a nivel técnico y visual como narrativo), pero sí se atreve con un género cinematográfico que no ha abordado previamente: el drama del hombre corriente.




Denzel Washington encarna a un piloto atrapado en una espiral de degradación que comienza (paradójicamente) tras convertirse en héroe a ojos de la prensa y la opinión pública, al lograr aterrizar un avión que parecía condenado. Lo que los medios desconocen es que Whip Whitaker (Whashington) esconde un secreto que podría costarle su libertad y su reputación. Los abogados de la compañía aérea harán lo posible para ocultar el estado de embriagüez que sufría Whip durante el vuelo, mientras nuestro héroe tendrá que enfrentarse a la culpa, el remordimiento y a su propia adicción.

Zemeckis narra una historia dura y realista con pulso firme y seriedad. La película comienza con una estudiada catarsis que engancha al espectador desde el primer momento. La secuenca del accidente, y todo cuanto la precede es una lección gratuíta de montaje, planificación y dirección de actores. Denzel Washington se desenvuelve magistralmente en esta difícil escena, donde ha de transmitir aplomo, temple y confianza, y añadir a la mezcla la particularidad de estar bebido. Todo ello sin resultar excesivo o sobreactuado. Se comportará con la misma corrección durante el resto del film, así como sus compañeros de reparto, que hacen un gran trabajo (especialmente Kelly Reilly) y están a la altura de la estrella.



 
A pesar de su larga duración, el ritmo no flaquea. El principal tronco argumental gira en torno a la dificultad del protagonista para superar su alcoholismo, y a la maquinaria legal y burocrática para evitar su encarcelamiento. Pero complementando a este eje central encontramos varios alivios cómicos (de la mano del siempre eficiente John Goodman) y emocionales (que involucran a Kelly Reilly) hábilmente diseminados que hacen la película llevadera y entretenida.

Aunque predomina una fotografía de tonos realistas - muy de agradecer en los tiempos que corren - y un montaje bastante convencional - lo mismo -, Zemeckis se permite varios alardes visuales (todo lo relativo al accidente) e incluso algún recurso quizá más propio del cine de terror (cuando Whitaker agarra súbitamente un botellín de ginebra, el plano de detalle es realzado por la música y los efectos sonoros, provocando un leve sobresalto) que sorprendentemente tiene su justificación y resulta magistral a nivel expositivo.




Por poner algún pero, quizá me resulto excesivamente largo y redundante el desnudo integral de Nadine Velázquez (muy hermosa, por otro lado). Y bueno, el director juega sobre seguro, ofreciéndonos un final bastante predecible con moralina incluída, pero por una vez estoy dispuesto a tomarmelo en serio, aceptar la redención del protagonista e incluso tomar ejemplo y aprender de su error. En otras palabras, por esta vez me lo trago y saco varias cosas en claro que, a pesar de lo manido y vácuo de la frase, "me han hecho reflexionar". Robert Zemeckis sigue en forma.


sábado, septiembre 14, 2013

Seis mujeres para el asesino (Mario Bava, 1964)

Ayer tuve otra pequeña incursión en el cine de terror italiano. Esta vez, entrando de lleno en el giallo, de la mano de Mario Bava y sus Seis mujeres para el asesino. Co-producida en este caso junto a Mónaco y Francia, está considerada por muchos una película clave, por ser el primer giallo puro y absoluta referencia de todo lo que vendría después.

Aunque en mis críticas no suelo hablar de la edición en sí, en este caso no me resisto a denunciar abiertamente a una distribuidora de tan largo recorrido histórico como Filmax Vídeo, que en este caso ha dado un trato flagrante a estos giallos, editados a partir de un máster VHS de una calidad deplorable. Dicho esto, podemos entrar en materia.


Un asesino siembra el terror en el seno de un prestigioso salón de la moda que, bajo su fachada aristocrática, no es más que un pozo de perversión para las altas esferas de la sociedad. El criminal, ataviado con una máscara blanca, sombrero y gabardina, asesina brutalmente, una tras otra, a las bellas modelos que trabajan para la firma. Como ya mencioné al hablar de Aquarius, el giallo se basa en el recurso argumental del whodunit, siendo importante en la mayoría de los casos no solo el quién, sino el cómo. En lo relativo a esta "inventiva criminal", el filme de Bava, aunque no tan excesivo como títulos posteriores, muestra escenas realmente perturbadoras.

Irremediablemente, y como marcan las pautas del giallo, descubrir la identidad del asesino se hace difícil debido al empleo de numerosas pistas falsas diseminadas por todo el guión, sin otro objeto que el de confundir al espectador para sorprenderle con un giro inesperado en el tramo final.


Debido a este guión deliberadamente errático, y también por la iconografía del asesino, el filme de Bava se convierte un modelo paradigmático para definir el género, ya que las constantes del mismo se exponen con una claridad meridiana. Pude apreciar también una estética refinada y una fotografía contrastada y colorista, con una cierta vocación pictórica en algunos momentos. Esto es especialmente notable durante la secuencia de los títulos iniciales, que retrata en una bella composición de "cuadros vivientes" a los personajes que participarán del misterio.


A pesar de sus aciertos y su importancia histórica, el filme de Bava se me hizo algo antipático. No me fue posible la identificación primaria con ninguno de los  personajes, por su aire aristocrático y por la absoluta corrupción de su alma. Como fuere, hay que reconocer lo bien articulda que está la intriga, especialmente durante el tramo final; y es que, incluso tras conocer la identidad del asesino, todavía hay tiempo para otra memorable vuelta de tuerca. El uso de planos de detalle, efectos de sonido y sobre todo la magnífica interpretación contenida de Eva Bartok y Cameron Mitchell hacen imposible saber qué ha pasado hasta el último momento.

Aun habiéndola encontrado algo árida y falta de emoción por las razones comentadas, Seis mujeres para el asesino es desde luego una pieza indispensable para todo el que se quiera iniciar en el giallo, y con unas virtudes innegables.

jueves, septiembre 12, 2013

Aquarius (Michele, Soavi, 1987)

Recientemente me inicié en el cine de terror italiano; con curiosidad y cautela a partes iguales. Fui advertido de que, aunque la producción es abundante, hay que andar con mucho ojo para encontrar esas gemas de la cinematografía  y a los maestros indiscutibles del género, sorteando todo aquello que no pasa de ser serie B regulera. Se me suministró una lista muy concreta de títulos imprescindibles, o al menos interesantes y definitorios. Entre ellos se encontraba Aquarius, ópera prima de Michelle Soavi, un alumno aventajado de los padres del giallo. Aquarius ha sido además el regalo por mi 32 cumpleaños de mi buen amigo Francisco Gabaldón, investigador incansable de la intra-historia del cine y colaborador ocasional de Copia Zero ¡Gracias, Francisco! 

La película nos cuenta como en una noche lluviosa, una compañía de actores que ensayan una obra musical, quedan atrapados en un viejo teatro a merced de un misterioso psycokiller que actúa oculto tras una máscara de búho (inspirada en un cuadro de Max Ernst).



Aunque es imposible no mencionar el giallo al hablar de Aquarius, el filme apenas hace uso giros argumentales ni sorpresa final, sino que está más influenciado por el terror norteamericano de Viernes 13 o La Noche de Halloween, que por la obra de Mario Bava o Darío Argento; así, se apoya más en el look del asesino y sus brutales crímenes, que en el misterio o el suspense acerca de su identidad. Quizá me creé falsas expectativas al respecto, y perdió parte de su atractivo al no seguir las pautas del whodunit.

Hay que reconocer varias virtudes en el film Soavi, empezando por la elección del casting y un diseño caricaturesco de los personajes, simples solo en apariencia. En esta pandilla de comediantes estereotipados cristalizan con mucho acierto todas las fobias y filias, las ínfulas de gloria, el rencor y la envidia latente en este mundillo del teatro. Del mismo modo, hay una clara intención de banalizar y subvertir, no solo a la farándula que es retratada, sino también los propios arquetipos del cine de terror. El filme es tan académico, redundante y directo en sus modos de enunciación que podría entenderse como una parodia autoconsciente del género (algo en lo que los italianos son expertos, aunque no siempre alcanzan el refinamiento de este Aquarius).



Varias perlas del guión nos alertan sobre ese carácter metalingüistico. Es hilarante cuando Brett (un inspirado Giovanni Lombardo) sentencia "Esto parece un telefilme romántico de segunda categoría" después de haber escuchado a escondidas la conversación apasionada de una pareja de amantes; o cuando vemos al propio Soavi (que interpreta a un policía) mirarse en el espejo mientras pregunta "¿Crees que me parezco a James Dean?", a lo que su compañero de patrulla, algo más viejo, le responde "¡Si tú eres James Dean, yo soy Marlon Brando!".

Dónde otros verían falta de imaginación o inexperiencia, creo apreciar un velado homenaje autorreferencial, cargado de fina ironía y sentido del humor, que funciona y da sentido a la que por otro lado es una trama bastante insustancial, sin apenas suspense, y mil veces contada. Si los guiños sutiles del metacine no nos entusiasmaran, Soavi no tiene problema en obsequiarnos con cosas más terrenales. En este caso, hablamos de asesinatos bastante ingeniosos, exagerados y truculentos, culminando en una tétrica escena final, que al igual que la máscara de buho, también tendrá reminiscencias pictóricas e incluso bíblicas.



Mención aparte merece la cuidada fotografía de Renato Tafuri, quien sorprendentemente logra una textura sólida, depurada y de gran colorido a partir de una escenografía discreta y unos interiores sin demasiado glamour.

Una pena que el guión de Luigi Montefiore (acreditado en esta y otras películas con el seudónimo yanki de George Eastman) no vaya un poco más allá de su ironía intertextual, para ofrecernos ese giro imposible, la gran sorpresa final. Es en definitiva una película interesante, con bastantes buenas ideas, y un gran atractivo visual, pero mi predisposición a disfrutar de un giallo 100% desvirtuó levemente la experiencia.

sábado, septiembre 07, 2013

Apollo 18 (Gonzalo López-Gallego, 2011)

Aunque en los ochenta hubo experimentos como Holocausto Canibal (Ruggero Deodato, 1980), el género del found footage se hizo popular en 1999 con El proyecto de la bruja de Blair (Edward H. Ferebee y Daniel Myrick). He de reconocer que me impactó, pero lo que no podía imaginar es que aquella moda tendría tanta continuidad, y que llegaríamos a aceptarla plenamente. Mi principal reserva se fundamentaba en la poca o nula verosimilitud de que los protagonistas de una experiencia traumática in extremis, conservaran al mismo tiempo el temple necesario para documentarlo todo en vídeo.

Sin embargo, en los doce años que han pasado, el espectador parece haberse acostumbrado a la impostura, aceptando el pacto de ficcionalidad y sumergiéndose por completo en la trama. Ya asumimos plenamente la argucia narrativa de siempre: ese deber moral y anti-sistema de documentar un horror, desencadenado casi siempre por la acción (u omisión de acción) de algún ente de poder más o menos concreto, que desea que la verdad no salga a la luz. Cuando no se trata de una acción insurgente, las grabaciones podrían simplemente constituir un cuaderno de bitácora, o en los casos más dramáticos, un testamento. Como sea, y por si acaso no resultara del todo convinencente, casi siempre ponen a alguien diciendo "¡Apaga esa puta cámara! ¿Por qué cojones tienes que grabarlo todo?" o alguna fórmula similar. A mi me vale.


El género ha madurado con el tiempo, y nos ha permitido disfrutar de títulos muy interesantes, casi siempre de terror, como Rec (Jaume Balagueró, 2007) o Paranormal Activity (Oren Peli, 2007) y sus continuaciones, pero a veces también se ha orientado a la ciencia ficción, como es el caso de Monstruoso (Matt Reeves, 2008).

Apollo 18, navega con soltura entre ambos géneros, y es un film con una premisa tan buena que cuesta creer que a nadie se le ocurriera antes. Narrada en primera persona, y ambientada en la Luna, con la carrera espacial norteamericana como trasfondo, el guión de Brian Miller era un lujo para Gonzalo López-Gallego, un declarado entusiasta del género (tal como apuntaba en Bajo el arcoiris). La vinculación al programa Apollo ofrece posibilidades infinitas al genero, tanto en el plano narrativo como en el visual y plástico, reforzando la credibilidad de una ficción que siempre coquetea con la realidad.

Comienza con un prólogo ágil que en pocos minutos nos pone en situación (y también en órbita). A los diez minutos ya hemos alunizado y comenzado la misión. La trama no es nada nuevo, de hecho, coincide en muchos puntos con un filme tan mítico como Alien, El 8º Pasajero (Ridley Scott, 1979) pero el buen trabajo actoral y la narrativa del found footage, más depurada y natural de lo habitual, pronto nos hace olvidar cualquier referencia.


La posibilidad de estudiar viejas grabaciones oficiales y tratar de recrear en postproducción su particular textura fílmica es sin duda un caramelo para los artistas gráficos, y en Apollo 18 se ha logrado con todo lujo de detalles, encubriendo con éxito los parajes desérticos canadienses donde fue rodada. Realmente parece una misión del programa lunar. Los trajes espaciales, el cohete, las cápsulas, las bromas de los astronautas... Todo nos resulta familiar, y por ello, una vez se desata, el terror resulta doblemente impactante. López-Gallego ha dado además un cariz emocional a los cortes bruscos y a los virados de color tan caracteristicos de esas viejas grabaciones en 8 o 16 mm, pues casualmente aparecen en los momentos más tensos. 

Del mismo modo, a pesar de usar los códigos clásicos del horror film, no solo sufriremos los chimpunes creados en la sala de montaje; también hay escenas de suspense muy elegantes y estudiadas, como el hallazgo de una nave rusa (un gran trabajo de diseño), o esos leves movimientos en un páramo rocoso.


Precisamente durante esos misteriosos movimientos, agradecí mucho una referencia bastante clara e intencional al papel del narrador onmisciente, rara vez aludido en estos films que se basan casi únicamente en una pretendida y falsa narración testimonial. Si este material fue realmente encontrado ¿Quién lo hayó? ¿Con qué intención lo está montando? ¿Dónde piensa exhibirlo?. Aunque Apollo 18 no responde a estas preguntas, si que incluye varios zooms artificiales que dirigen claramente nuestra mirada a la zona rocosa que se mueve, reforzando la figura del montador. Es decir, el material encontrado se habría editado con una vocación documental, no dramática. El narrador no se esconde tras un montaje convencional, sino que refuerza su presencia siempre que tiene ocasión.

Aunque no sintamos auténtico horror, el suspense se mantiene con eficacia y hay momentos de tensión muy logrados. El guión puede flaquear en algún punto (el secretismo de la Nasa; la crueldad de los responsables en Tierra; o la verdadera naturaleza de la misión se revelan como pobres excusas orientadas a escenificar esta situación límite), pero el diálogo esta bien escrito y la estructura es correcta, lo que hacen de Apollo 18 una película aceptable, interesante y francamente entretenida. 


lunes, septiembre 02, 2013

El Llanero Solitario (Gore Verbinski, 2013)

Fui al cine a ver El Llanero Solitario muy intrigado por la respuesta negativa del sector más conservador de la crítica estadounidense, y es que la Historia Fundacional de los EE.UU. no deja de ser una época oscuroa sobre la que no se permiten demasiadas frivolidades. La película sustenta una trama de ficción sobre la historia real de la colonización y aun disfrazada de comedia y cinta de acción, juzga duramente a sus artífices.

Parece que últimamente, reivindicar el western está de moda. Ya sea en forma de remake revisionista crepuscular, como en Valor de Ley (dónde Jeff Bridges se medía con el mismísimo John Wayne), tributo metalingüistico a golpe de hip-hop, como en Django Desencadenado, o una simple comedia de aventuras con tintes dramáticos, como en el caso que nos ocupa.




Reconozco a los detractores que la película está inflada en todos los sentidos, tanto en su duración, como en su épica o su empaque visual. Sobra bastante metraje, casi todo en el tramo medio, donde las idas y venidas de los héroes a través del desierto se suceden sin que haya ninguna progresión real en la trama, que por otro lado es bastante simple (el giro final se huele a kilómetros de distancia).

En este aspecto, la parte del burdel me parece bastante prescindible, y no solo por tener que soportar una vez más a Helena Bonham Carter convertida la musa de un emo entrado en años (pareciera que su marido Tim Burton la haya desmembrado y cosido de nuevo, haciéndola volver de entre los muertos como una muñeca condenada a repetir lo mismo una y otra vez), sino también por cuestiones estructurales y de narratividad.



El Llanero Solitario quiere reivindicar la vieja gloria del western clásico, no sólo usando los mismos héroes arquetípicos; situándolos en localizaciones reales de Utah o Arizona, o dotando a los planos de aquel tono ocre brillante, sino también recurriendo al homenaje (o plagio) directo de títulos legendarios, en especial de la obra cumbre de Sergio Leone, Hasta que llegó su hora, en dos escenas muy concretas. Agradecí esta épica al principio, pero hacia el final me resultó ya demasiado machacona, cuando la sombra de Leone empezó a ser demasiado obvia en el aspecto visual y plástico.

Aunque no soy amigo de los excesos, debo decir que lo más logrado de la cinta son los momentos de acción. Que no se me malinterprete; el atractivo de estas escenas radica en un montaje ágil, y en un bien entendido sentido del espectáculo y de la aventura, no en la destrucción masiva ni en el exhibicionismo técnico presente en los últimos blockbusters.


También merece una valoración positiva el elenco protagonista. Armie Hammer logra encarnar con gracia a ese héroe simpático de moral patética y trasnochada. A Johnny Deep y la Carter, pude digerirlos con más facilidad que en sus últimos trabajos y los secundarios están correctos y cumplen su función. También hace un buen trabajo el compositor Hans Zimmer, junto al no acreditado Jack White, que abandonó  su trabajo en mitad de la producción. Ambos logran transmitir con su música el tono adecuado para esta película.

El Llanero Solitario es, en definitiva, un divertimento a la altura de las espectativas; y más tratándose de Disney y Bruckheimer. Quizá un poco dilatada en su tramo intermedio, pero igualmente disfrutable, técnicamente intachable y con un toque antiamericanista que siempre se agradece.