lunes, noviembre 10, 2014

El hombre de las mil caras (1957)

Joseph Pevney, uno de esos directores 'todoterreno', especializado en westerns y dramas románticos, dirigió en 1957 Man of a thousand faces, un biopic sobre la vida de Lon Chaney Senior, actor camaleónico y artista del maquillaje, que se especializó en interpretar personajes marginados y atormentados en aquellos primeros años de los estudios hollywoodienses.




Rodada en CinemaScope, con Jimmy Cagney de protagonista y con una duración cercana a las dos horas, El hombre de las mil caras nació con la vocación de ser una película grande. Con vistas quizás a una posible nominación a los Oscars, se quiere potenciar el talento de Cagney y su habilidad para la transformación, como si se tratara del auténtico Lon Chaney. Además (en esto no han cambiado mucho el género del biopic), la película es un lavado de cara y una glorificación hacia la figura de Chaney, auspiciada por los Estudios Universal, de quien el actor fue una de las mayores glorias. De este modo, se obvian los aspectos más oscuros y se juega en el terreno de lo seguro y lo comercial.


El principal problema es que Chaney le viene grande a cualquiera, incluso a James Cagney. A pesar de su innegable talento y de las ganas que le pone al personaje, el protagonista de Enemigo Público no da la talla como mimo o bailarín, ni tampoco como Jorobado de Notre Dame o Fantasma de la Ópera en los pequeños tributos que el film rinde a estos clásicos. Quizá hubiera sido más inteligente no recrear de forma tan plástica y detallada estas películas, pues el original sigue superando a la copia, dejando ésta la visceralidad de aquel cine mudo en una mera pantomima. Tampoco el maquillaje de estos monstruos (tan importante en la trama) iguala las creaciones originales de Chaney.





El tono del guión se ha dulcificado en exceso, y muestra al protagonista como un tipo simpático, víctima de las circunstancias, a cuyo alrededor solo hay personajes trazados con brocha gorda, que se confabulan para ponerle a prueba (en este aspecto, su esposa Cleva, interpretada por Dorothy Malone es el personaje que sale peor parado). Tampoco están muy finas las elpisis temporales, ni en su función ni en su tratamiento visual. Curiosamente la única nominación que recibió la película fue al guión original.



En resumen, hay algo que no ecaja en Man of a thousand faces. Una película de 1957 rodada en Cinemascope, pero a la vez en blanco y negro. Un gran actor interpretando a otro demasiado cercano en el tiempo. Una pátina de dulzura y corrección política que es la antítesis del duro retrato de Hollywood que Wilder hizo en Sunset Boulevard. Para hablar del cine dentro del cine hay que ser despiadado y revelador, y Man of a thousand faces no lo es más que las recientísimas Hitchcock de Sacha Gervasi o el Saving Mr. Banks de John Lee Hancock.

sábado, noviembre 08, 2014

Interstellar (Christopher Nolan, 2014)

Ya se mascaba en los mentideros de la blogosfera, que esta Interstellar iba a ser la película más ambiciosa de Christopher Nolan. En efecto es un film majestuoso, dónde su abultado presupuesto (164 millones de dólares) camina parejo tanto a su despliegue visual como a su dilatada duración (170 minutos).

A lo largo de estas casi tres horas, se nos cuenta cómo a casua del cambio climático y los atentados del hombre contra la naturaleza, la agricultura se ha visto severamente afectada. Tan solo el maíz puede aún cultivarse. Un grupo de exploradores liderados por el piloto Cooper (Matthew McConaughey) pondrán rumbo a un agujero de gusano cerca de Saturno en busca de un planeta habitable donde preservar la especie humana.


Dicho así, pareciera que hablamos de una artificiosa y multicolorida película sesentera, con héroes galácticos de ojos azules y humanoides de rostros abultados. Sin embargo, quien firma la cinta es Nolan, y eso implica una voluntad constante de racionalizar su premisa narrativa. Estamos ante un film que quiere ser serio, convincente y en cierto modo 'definitivo'. Nolan, legitimado por sus seguidores, pretende marcar con Interstellar el camino que debería seguir la ciencia ficción en el siglo XIX, como ya hizo con el cine superhéroes, reduciendo al mínimo el componente fantástico de Batman y Superman.

Pero si por un lado el realizador (que ha escrito el guión junto a su hermano Jonathan Nolan), en aras de una mayor seriedad, cita a Einstein y a Hawking como si nada, también se permite oscurecer el discurso narrativo con tecnicismos de ingeniría industrial inventados para la ocasión (en esto me recordó un poco a aquel Star Trek de los años noventa, que por otro lado es la antítesis del cine de Nolan).




Mucho más evidentes y manifiestas son las referencias a la ciencia ficción culta de 2001 Una odisea en el espacio, Alien, El planeta de los simios, o la novela de Stephen King Apocalipsis, por poner solo unos pocos ejemplos. En su afán de rigurosidad, el realizador no duda en incluir a la mismísima Nasa como impulsora del proyecto o aludir visualmente a la carrera espacial del presidente Kennedy; el interior de la nave es funcional y austero al estilo de los módulos lunares; y las imágenes del despegue y la puesta en órbita del cohete son una recreación de aquellas filmaciones históricas de las misiones Apolo. De hecho, no se nos muestra la nave en su totalidad hasta bastante después del despegue, limitándonos hasta entonces a cámaras fijas adosadas al casco.

Además de varias escenas de gran impacto e impresionantes landscapes espaciales, otro gran atractivo del film es un reparto de estrellas de primer nivel. McConaughey hace valer su Óscar por Dallas Buyers Club, y nos regala momentos de gran emotividad; Michael Caine demuestra sus tablas y carisma mientras que Matt Damon, John Lithgow y Anne Hattaway cumplen con eficacia.


Uno de mis principales temores era que Interstellar  fuera una película en la que su director nos mostrara que está encantado de conocerse. En efecto, algunas escenas pecan de autocomplacientes (atentos al speech de Anne Hattaway hacia el ecuador del filme), pero también es verdad que el suspense y la anticipación de los primeros 40 minutos funcionan de forma magistral. El desarrollo está salpicado de interesantes e inesperados giros argumentales, y no pocas escenas de acción. Eso sí, llega un punto en que el film se dilata en exceso, y bien podría prescindir de 30 o 40 minutos de metraje, sobre todo en la escena en que McConaughey y Damon se enfrentan, o durante el final 'marca de la casa', que no obstante agradará a los fans de Memento o Inception.

En definitiva, hay que decir que Nolan se da bastante maña en el discurso para hacerlo verosimil, y al margen de ciertas elucubraciones filosóficas y su incesante y manifiesto afán de sentar cátedra en cada género que toca, la película es bastante disfrutable.