miércoles, agosto 08, 2012

Love Never Dies (Andrew Lloyd Webber, 2012)

Han pasado diez años desde el incendio que asoló el Teatro de la Ópera popular de París. Christine Daeé, que está en sus horas bajas y endeudada por culpa de los malos hábitos de su marido Raoul, ha sido invitada por Oscar Hammerstein para cantar en su teatro, pero la oferta es rápidamente superada por el Señor Y, el misterioso dueño del show Phantasma, en la isla neoyorquina de Coney Island. Poco imaginan Christine y su marido Raoul, que el señor Y es en realidad el extraño ser que años atrás los tuvo a su merced, y que pronto los someterá a un trato que pondrá en juego sus vidas y la de sus seres queridos.

Hubo un tiempo en que los aficionados al teatro musical, tras asistir a una representación (o sin tener siquiera la posibilidad de ello), teníamos que conformarnos con escuchar el CD, o recurrir a bootlegs de una calidad de imagen deficiente. Afortunadamente, cada vez son más los espectáculos de Broadway  que salen a la venta en vídeo de forma oficial (ahí están las cuidadas ediciones de Rent, Los Misérables o El Fantasma de la Ópera), para que los fans podamos disfrutar de una experiencia lo más cercana posible a la teatral. Si esto coincide con el advenimiento del Blu Ray y la alta definición, tanto mejor.

Hoy por fin he podido sentarme tranquilamente a ver Love Never Dies, la secuela oficial de El Fantasma de la Opera, con música firmada de nuevo por Andrew Lloyd Webber y con Ben Elton como autor del libreto. Las críticas que ha recibido esta obra, y el nombre de Ben Elton, ligado al nefasto guión de We Will Rock You, me auguraban lo peor. Pero he de decir que mis temores eran, hasta cierto punto infundados. Veamos por qué.

No negaré lo evidente; este montaje teatral es claramente deudor del primer Phantom of the Opera, con una estética intencionadamente efectista y exageradamente oscura y grotesca, basada en el burlesque y el grand gignol, así como en los elementos más icónicos de su obra predecesora.

La historia, la escenografía e incluso los acordes se prestan al juego fácil de la nostalgia. Muchas melodías suenan familiares, y se nos presenta de nuevo a personajes como Madame Giry y a su hija Meg, a Christine, Raoul y por supuesto al Fantasma. La estructura del libreto es por momentos, una copia idéntica de la obra original, y en lo visual volvemos a encontrar puentes colgantes, camerinos, puertas secretas, espejos espías, candelabros, y hasta un mono tocando los platillos.

Ben Elton insiste en hacer creíble un argumento en el que ningún personaje hace lo que sería razonable, que es huir cuando hay ocasión. En cambio, Christine y Raoul aceptan sin vacilar las reglas de juego del Fantasma, haciendo avanzar la trama hacia un dramatismo nada sutil.

Pero al comenzar dije que mis temores eran infundados ¿Verdad? Y es que no todo es deplorable. Recomiendo acercarse a esta producción aceptando, nosotros también, las reglas del juego. Ya sabemos que no es más que la secuela residual de una obra reconocida y de gran éxito, y así entendida disfrutaremos mucho más de sus aciertos, que los tiene.

La partitura incluye algunos pasajes que renuevan el crédito de Webber como creador de melodías inolvidables. Destaco especialmente Till I Hear You Sing, canción con la que abre el show, o la oscura y rockera Beauty Underneath.

El casting está correcto, y aunque todo suene al Broadway más académico, destacaría por encima del resto la voz de Ben Lewis (el Fantasma) por su versatilidad, y la de Sharon Millerchip (Meg) por alejarse de los estándares.

Aunque se toman algunos elementos del primer Phantom, la escenografía es a veces deslumbrante y renovadora de los viejos clichés; un diseño basado en fotos y grabados de la época traslada a nuestros días el ambiente ferial de Connie Island con una fidelidad pasmosa, mientras otros decorados, como la cámara de los horrores del Fantasma, son tan vanguardistas como espeluznantes.

Siendo sincero (y asumiendo ataques de los más puristas) he de decir que me he divertido más aun que con el Fantasma original, que con el paso de los años me empieza a resultar lenta y excesivamente densa. Esta secuela la encuentro más ligera y por ello más llevadera y estimulante. Admitámoslo, todos los Phantom Fans sentíamos una curiosidad casi morbosa por saber qué ocurrió después de que Raoul y Christine escaparan del juego mortal del Fantasma en las catacumbas. Matemos la curiosidad y reencontrémonos con esos viejos amigos una vez más.