lunes, julio 30, 2012

NIVEL 13 vs. DARK CITY: De la realidad virtual a las visiones cosmogónicas

Se masca en foros y blogs de cine fantástico que estas dos películas fueron claras inspiradoras de la saga Matrix. Y es que a finales de los noventa, ya estaba agotado el concepto de realidad virtual en su aspecto más icónico. Esto es, tal como se mostraba en El Cortador de Césped, Acoso, o incluso Parque Jurásico; como una novedosa tecnología destinada al entretenimiento, el mundo empresarial y el desarrollo científico, con la sofisticación y el empaque visual que proporcionaban artilugios como el casco, los guantes y los sensonres de movimiento.

En vez de eso, a finales de los noventa había un interés por dotar al fantástico de mayor profundidad así como un gusto bastante extendido por la teoría de los multiuniversos, o realidades paralelas. Fuera el casco y los cables, estas nuevas películas elevaban el concepto a un nivel interplanetario o cosmogónico, y mostraban el avance tecnológico como herramienta para la dominación.

Tuve ocasión recientemente de revisionar Dark City (Alex Proyas, 1998) y de ver por primera vez Nivel 13 (The Thirteen Floor, Josef Rusnak, 1999), que se enmarcarían dentro de este cine fantástico más comprometido y sesudo, y he quedado bastante complacido de ambas películas, tanto a nivel visual como narrativo. Si bien no están al mismo nivel, ambas son muy disfrutables y fiel testigo de la época que se hicieron.

Los azulejos de Deckard y otros aspectos interesantes de NIVEL 13

Nivel 13 podría considerarse un paso intermedio entre ambos modelos. Desaparecen los props vinculados a la realidad virtual pero en esencia es lo mismo. Una empresa líder en nuevas tecnologías desarrolla unidades de memoria a las que nos podemos conectar y experimentar una simulación de otros mundos, concretamente, una réplica de Los Ángeles en 1937. Cuando Fuller (Armin Mueller-Stahl) el director del proyecto es asesinado, sus compañeros (Craig Bierko y Vincent D'Onofrio) y su hija (Gretchell Mol) encuentran datos reveladores de la naturaleza siniestra del experimento.


En lo visual, el plato fuerte de esta película es sin duda la recreación de la ciudad de Los Ángeles de finales de los treinta, que nos muestra amplias panorámicas de la urbe. La trama de misterio está muy bien articulada y experimenta bastantes giros y reveses inesperados. Si nos ponemos muy verosimilistas (insulto que usaba Hichtcock para referirse a ciertos críticos de cine), es posible que encontremos alguna incongruencia, pero pero el sorprendente final hace que los detalles que nos molestaban acaben por no tener mayor importancia.


En el lado negativo, encuentro las interpretaciones bastante deficientes. Ni siquiera Vincent D'Onofrio (el recluta Patoso, señores) logra destacar.

A pesar de la cuidada recreación de los años 30, el trabajo de fotografía se me hace tan simple y poco creativo como lo peor del cine de acción de los años noventa, por no hablar de algunos decorados que aluden de forma tan innecesaria como poco sutil a Blade Runner. A veces me daba la sensación de estar viendo Soldado Universal o TimeCop. Los efectos especiales se disfrutarán si se perciben desde la nostalgia, pero es innegable que el tiempo les ha pasado factura.

Pese a todo, funciona. Nivel 13 nos remite, en una ágil metáfora, al mito de la caverna de Platón y expone ciertas ideas de interés sobre la llamada dictadura de las máquinas. Nivel 13 es también el producto más serio e interesante en el que se ha involucrado Roland Emmerich, y eso ya es algo. No es una pieza clave del género fantástico, pero es sin duda superior a la media que reinó en los tristes años noventa.

Dark City, en busca de la Tierra Prometida.

La película de Alex Proyas son palabras mayores. Muy pocas veces me he dado de bruces con un producto tan original. Mas cercana a Matrix que Nivel 13 en estética y concepto, es sin embargo una joya atemporal que se mantiene hoy tan fresca como el primer día.


Desde la primera imagen (un travelling vertical que empieza en las estrellas y se va introduciendo en la ciudad oscura que da nombre al film) nos damos cuenta que estamos ante un producto de gran calidad visual. Se perciben ecos del mejor film noire así como reinvenciones de la mejor ciencia ficción desde Metrópolis a Blade Runner.

La película revisita las teorías de Sócrates o Rosseau sobre la predestinación y la bondad innata del hombre, a través de los ocultos, una extraña raza alienígena que ostenta un hipnótico poder sobre la ciudad, mientras tratan de averiguar qué nos hace humanos, particulares y diferentes.

El protagonista del filme, John Murdoch (Rufus Sewell) afectado de amnesia, debe combatir la dominación de los ocultos, subvirtiendo sus normas y alcanzar nada menos que su particular tierra prometida. En este caso, no es la tecnificación informática, sino el avance de la ingeniería genética, el que es puesto en entredicho. Como vemos, una idea profunda revestida por un elegante diseño de producción que deja a Matrix y a Nivel 13 muy por debajo.


Por si fuera poco, el reparto está encabezado por William Hurt, Jennifer Conelly, Kieffer Shutterland y Rufus Sewell, que están más que correctos en sus respectivos roles.

Por mucho que me esfuerzo en buscar algún fallo a esta obra maestra, lo cierto es que me parece redonda en todos sus aspectos formales y narrativos. Solo puedo recomendarla fervientemente y esperar que disfrutéis tanto como yo con su visionado ¿Sí?