miércoles, octubre 30, 2013

After Earth (M. Night Shyamalan, 2013)

Hubo un tiempo en que el nombre de M. Night Shyamalan era sinónimo de originalidad e inventiva, en que su cine suponía un soplo de aire fresco y reinventaba hasta cierto punto géneros como el suspense y el terror. Su pulso narrativo creaba atmósferas tremendamente sugestivas, y su imaginación era capaz de concebir sorprendentes giros de guión, sólidos y coherentes con el resto de la historia. Tocó el cielo con El Sexto Sentido (1999), repetiría éxitos con El Protegido (2000) y mantuvo el nivel con Señales (2002) y El Bosque (2004).

Algunos empezaban ya a no entender su lenguaje o sus estrategias de márketing. El cineasta prometía una de marcianos, o una de terror, pero se empeñaba en no ponerle cara al peligro y centrarse en los actores y sus emociones. El primer batacazo claro fue La Jóven del Agua (2006), que no convenció ni a crítica ni a público, y desde entonces, Shyamalan parece no encontrar su sitio, su sello, ni una motivación clara.



After Earth es tristemente, la continuidad de esta espiral en la que ha entrado el director hindú. La idea original fue de Will Smith, quien parece más motivado en dar protagonismo a su hijo Jaden que en crear una historia sólida. En este aspecto, el filme me recuerda a las películas de Parchís, de Elvis Presley o a Moonwalker, aquel relato ególatra escrito por el propio Michael Jackson; una historia simplona, ingenua, caricaturesca y tremendamente inverosimil en la que el cantante aparecía como un mesías redentor. El borrador de After Earth se escribió también con un propósito merdianamente claro y a la vez tremendamente inútil: afianzar la carrera en ciernes del hijo de Will Smith, desatendiendo todo lo demás y simplificándolo hasta el punto de resultar una burla para ciencia ficción seria. Para ello se traza un personaje bastante naïf, fofo y sin mucha chicha, que aun así, no habría resultado tan patético de no ser por la interpretación de Jaden.


 La inexperiencia del joven actor parece haber contagiado a todo el equipo. Aunque el guión ya lo firma el director hindú, toda su inventiva parece supeditada a las motivaciones de los Smith. Sin subtramas que la apoyen, la historia se hace pesada y carece de fuerza. También la dirección de Shyamalan está a años luz de lo conseguido en El Sexto Sentido o El Protegido. Todo queda reducido a una carrera contrarreloj para lograr la salvarse, con estructura de videojuego y salpicada de momentos intimistas escritos y rodados bajo la ley del mínimo esfuerzo.

Un breve destello del sello personal de Shamalan puede apreciarse hacia el final, cuando tiene lugar un montaje en paralelo parecido a los que marcaban la catársis de Bruce Willis en aquellas películas, pero que aquí resultan un mero artificio técnico sin el más mínimo interés.


El propio Will Smith, que con los años se ha convertido en un actor sólido y respetable, dejando muy atrás su imagen de bufón televisivo, ofrece aquí una interpretación torpe, hierática y lineal que parece también supeditada al lucimiento de su pequeño vástago.

Poco se puede salvar de una película que, si bien tenía una premisa interesante (un mensaje ecologista que podría haberse desarrollado más) parece hecha con prisas, sin ganas y de forma mecánica. Como un álbum de fotos de esos que hacen los chicos de Apple, After Earth dota de un envoltorio deslumbrante lo que no pasa de ser un vídeo familiar, donde el argumento poco importa con tal de que tus hijos salgan guapos.

miércoles, octubre 23, 2013

Simbad y la princesa (Nathan Juran, 1958)

Seguimos con el ciclo sobre Ray Harryhaysen. En esta ocasión, tras realizar 20 Million Miles to Earth (Nathan Juran, 1957), la productora Morningside Films (propiedad de Ray y su socio Charles S. Schneer) acometería su segundo film, que llegó en 1958 y se metería de lleno en el universo de Las Mil y Una Noches. Así nació The 7º Voyage of Simbad (también dirigida por Juran), o Simbad y la princesa, como la llamaron los distribuidores españoles.



Aunque, en principio, ser dueño de su propia compañía confería a Harryhausen mayor autonomía, las reescrituras del guión fueron constantes debido a las reticencias de Columbia Pictures, que coproducía y distribuía el film. Finalmente el guionista Ken Kolb consiguió la aprobación de una historia que aun llamándose El séptimo viaje de Simbad, es en realidad una mezcla de los viajes segundo, tercero y quinto. Simbad navega hacia a la isla Colossa, donde debe hacerse con un pedazo de cáscara de huevo de ave de roc, para la preparación de una pócima que restablecerá a su estatura normal a su prometida, la princesa Parisa. La princesa ha sido hechizada por un malvado mago llamado Sokurah, quien bajo engaños les conduce de nuevo a Colossa para, al mismo tiempo, recuperar su lámpara maravillosa, que le fue arrebatada por los temidos cíclopes.

Ray Harryhausen hará uso del stop-motion para mostrarnos dichos cíclopes, un ave roc (pájaro de dos cabezas que proviene de la mitología persa) y su cría, así como una mujer serpiente, un dragón, y el mítico esqueleto con el que lucha Simbad hacia el final de la película. Todas estas creaciones son sin duda meritorias, no solo por su diseño, sino también por la perfección alcanzada por Ray en esta etapa de su carrera, y por tratarse de la primera película en color en usar stop motion, con la dificultad añadida de los saltos de colorimetría entre los distintos fotogramas, que habrían de ser corregidos en postproducción.



A pesar de estar considerada una de las mejores películas de Ray Harryhausen, he de decir que el guión me resultó simplista en exceso y que ni su espíritu aventurero ni la dirección de Nathan Juran lograron atraparme al cien por cien. Algunos momentos se me hicieron excesivamente pesados y faltos de unidad (cuando el cíclope se dispone a asar a Harufa, mientras el resto de los marineros están, o bien encarcelados con Simbad, o bien emborrachándose con el agua "intoxicada" del manantial). La historia está claramente supeditada a la aparición de las creaciones de Ray y este mecanicismo, así como las continuas reescrituras, resultan en ocasiones demasiado evidentes y repercuten en el ritmo de filme. A esto añadiría un Kerwin Mattews nada carismático en su rol de Simbad y unos diálogos sin mucha chicha.


Bien es cierto que, para compensar, tenemos una espléndida fotografía obra de Wilkie Cooper y bellos exteriores rodados en Mallorca (la isla de Colossa), la Alhambra (todo lo relativo a Bagdad), y Barcelona (para el barco de Simbad se usó la réplica de la Santa María, anclada al puerto). Como ya he dicho, las creaciones de Harryhausen son aquí más espectaculares que nunca, siendo muy disfrutables la exótica mujer serpiente, y el esqueleto que lucha con Simbad al final de la película (precursor del ejército de Jasón y los Argonautas e inspirador para Sam Raimi en su Ejército de las Tinieblas). El resto de trucajes también son de primer nivel, como el depurado procedimiento óptico para empequeñecer a la princesa y los utensilios gigantes que se construyeron para simular su corta estatura.

Una vez más, gozamos de la música del mismísimo Bernard Hermann. El maestro ofrece una partitura notabilísima, en la que introduce toques orientales que dan seriedad, verosimilitud y consistencia a la película.

Sentimientos encontrados, pues, con una de las películas mejor consideradas del maestro Ray. Pese a sus puntos oscuros, y sin llegar a ser la obra maestra que muchos proclaman, es sin duda de visionado obligado y entretenida principalmente a causa de los méritos del departamento técnico.

martes, octubre 22, 2013

Meliès, La Magia del Cine, una cita ineludible con los orígenes del cine en Madrid

Estos días y hasta el 4 de diciembre se respira cine en CaixaForum. Quien aun no haya acudido a la exposición Georges Meliés, La Magia del Cine que se ofrece en el recinto, ya está tardando. Resulta por momentos increíble que aun se conserve tanto y en tan buen estado de  aquella época primigenia en que el cine poseía aun la capacidad de fascinar hasta el punto de asociarse con la  magia (el título de la exposición no es pues ni un topicazo, ni gratuíto), o al menos con aquel ilusionismo de los grandes teatros, las ferias y el vodevil, donde el cinematógrafo no era sino un truco más con el que asombrar al público.


A través de los objetos más representativos de los orígenes del cine y sus primeros años, seremos testigos de la vida y obra de George Meliés, un auténtico renacentista de principios del siglo XX, dibujante, mago, director de teatro, actor y decorador, técnico y también productor, realizador y distribuidor de más de 500 películas entre 1896 y 1912. Meliès fue también el primero en incluir una cierta narratividad en sus filmaciones, además de impulsar y desarrollar los efectos visuales a través de sus trucajes, sobreimpresiones, falseos de escala y desapariciones. Desde luego, los fans del cine fantástico le debemos mucho a este genio.


El material reunido para la ocasión resulta tan interesante como abundante. Gracias a la colaboración de la Cinématèque Française, el visitante experimentará mediante originales y réplicas - estas últimas pueden manipularse libremente - la sugestión de las sombras chinescas; el impacto de aquellas tempranas imágenes 3D; conocerá el funcionamiento del praxinoscopio, el zoótropo o la linterna mágica, que tanto fascinaba al homenajeado; contemplará filmaciones de Meliès en vivo, y podrá examinar documentos históricos tales como fotografías, storyboards, cartas y dibujos conceptuales de su puño y letra.

 

En Meliès, La Magia del Cine uno tiene la sensación de entrar en una cápsula del tiempo, de haber profanado un viejo almacén o gruta de los tesoros, donde nos reconocemos a nosotros mismos en las caras sonrientes, de enfado o asombro del cineasta y sus actores. Hacemos a un lado la lacra del cinismo y la posmodernidad abrazando la mirada limpia y optimista de Meliès, al tiempo que descubrimos el delicioso morbo de las crueles y picantes imágenes de la linterna mágica, en una época que creíamos moralmente intachable.

Por si fuera poco la exposición cuesta la ridícula cantidad de 4 euros, así que... ¿Quién puede resistirse a Georges Meliès, La Magia del Cine?


Más fotos en www.facebook.com/copiazerocine ¡No te las pierdas!

lunes, octubre 21, 2013

Posesión Infernal (Fede Álvarez, 2013)

Es difícil enfrentarse al análisis de la nueva Posesión Infernal. Es muy posible que provoque sentimientos encontrados, entre lo que es, lo que pudo ser y lo que deseábamos que fuera. Avalada por Sam Raimi, Bruce Campbell y Robert Tapert, productores del film original, y dirigida por un nóvel como el uruguayo Fede Álvarez, las expectativas estaban al límite entre la decepción total y el éxito asegurado.

No esperábamos en ningún caso un remake plano a plano de Evil Dead (Sam Raimi, 1979), ni tampoco la subversión de los códigos de Cabin in the woods, que es inmediantamente anterior a esta y que toma no pocas influencias de los filmes originales de Raimi. Personalmente, yo esperaba un slasher moderno y vigoroso, que no renunciara al espíritu clásico de las viejas películas. Increíble, pero es precisamente eso lo que me he encontrado. 



Fede Álvarez ha hecho lo mejor que podía hacer: aunque se apoya puntualmente en elementos iconográficos que son una referencia directa al imaginario colectivo de Evil Dead (el libro, el sótano, etc.), también articula una historia original y hasta cierto punto rompedora, donde la nueva pandilla, ni viene a la cabaña a divertirse y a hacer el amor, ni comete las estupideces propias de este tipo de películas
, sino que tienen motivaciones completamente distintas a aquellos jóvenes liderados por Bruce Campbell en el 79. Ni siquiera se trata de un nuevo Ash, pues en este caso el líder de la pandilla se llama David. Todas estas decisiones las considero muy acertadas.

Esta mayor dimensión de la historia no es óbice para que el director abrace los excesos, la sangre, la violencia y el gore más malsano (A ver... ¿es o no es Evil Dead?), y bien es cierto que el tono reflexivo y emocional del primer acto no se prolonga demasiado, dando paso a los auténticos horrores que el título promete. Si bien David (Shiloh Fernández) y su hermana Mia (Jane Levy) protagonizan varias escenas intimistas que sientan las bases de su relación, el resto de los personajes serán consumidos por el ente maligno sin darnos oportunidad a conocerles demasiado; vamos, que tampoco hacía falta. En su mayoría, el reparto cumple, pero Jane Levy brilla con luz propia por encima de todos ellos.




Muchos de los "momentazos" del Evil Dead clásico han sido reubicados en la trama y levemente modificados; reconozco que ha sido toda una gozada ver la reinterpretación "adulta" de la violación en el bosque o la aparición de la motosierra. Situaciones hasta cierto punto cómicas en aquel lejano 1979 (principalmente por lo delirante de la propuesta y por la escasez de medios técnicos) que aquí se tornan mortalmente serias y coherentes (dentro del delirio que es el film). Tambien hay tiempo para nuevas perversiones no presentes en el original, como la ducha de agua hirviendo, la cara troceada, la lluvia de sangre o la deliciosamente asquerosa escena del cúter. En el apartado técnico, la sombra de Raimi está presente durante casi la todalidad del filme, en forma de recursos de montaje y movimientos de cámara claramente deudores del cineasta.

De forma puntual, el guión ofrece respiros a lo largo del horror (a destacar la labor del compositor español Roque Baños en estos momentos calmados), y aunque al final del segundo acto la historia pierde algo de credibilidad (por ciertas decisiones de David y por la inverosímil posibilidad de traer a los poseídos de vuelta), pronto perdonamos estos deux ex machina, al contemplar el bello y sangriento climax visual donde de nuevo hay que elogiar la labor de Roque Baños y su score, con ciertas influencias del que compusiera Jerry Goldsmith para La Profecía.


Dentro del exceso que domina los casi 90 minutos de metraje, ninguna de estas escenas me resultó fuera de lugar o gratuita. Desde luego hay que saber a lo que se va; como el filme original, este es un slasher en toda regla, con un ritmo frenético aunque bien estructurado, y a pesar de su estilización formal (aquí ya no podemos hablar de serie B o bajos presupestos) no es apto para estómagos sensibles. Ya podrán llamarnos locos y perturbados, que para los que "entendemos", esta nueva Posesión Infernal es una agradable vuelta a los orígenes, que innova en ciertos aspectos, manteniéndose fiel a lo esencial.

domingo, octubre 20, 2013

Scott Pilgrim contra el mundo (2010)

Me llamó la atención el trailer esta película en su momento, pero hasta ahora no había tenido ocasión de verla. La novela gráfica creada por el canadiense Brian Lee O'Maley necesitaba un director a la altura, que "entendiera de cómics" y trasladara la historia de Scott Pilgrim y Ramona Flowers con eficacia a la pantalla. El elegido sería Edgar Wright, un especialista en adaptar y subvertir el lenguaje de la cultura pop, aderezándolo con un fino humor inglés y un estilo visual deslumbrante. Bajo el manto protector de Universal no parecía que la cosa fuera a quedarse a medio gas.
 
 
 
En efecto, 60 millones de dólares dan de sobra para recrear la orgía visual multirreferencial que es Scott Pillgrim contra el mundo, una comedia romántica cuya delirante trama - para ganar el corazón de una chica, el protagonista debe derrotar a sus 7 ex novios - hemos de aceptar a la fuerza y sin concesiones, pues se nos ofrece recargada hasta el exceso de guiños a los videojuegos, al lenguaje televisivo y al del cómic, que es al fin y al cabo, la materia prima del film. También hay algo del montaje estilizado y causal (que no casual) de Guy Ritchie, que aunque gastado, parece seguir funcionando y vehicula en esta película algunos de los mejores gags.

 
Así pues, el film está fuertemente apoyado en el humor y en unos efectos especiales cuya presencia manifiesta, es uno de los principales motores del film. A pesar de desarrollarse en un ambiente realista y urbano, el alocado universo de Scott Pilgrim prescinde de las reglas de la naturaleza o los principios morales. Faltos de una base verosímil que nos haga temer por los personajes, el principal interés de la cinta estriba en anticipar quién será el próximo ex-novio que combatirá con Scott; en qué escenario, y con qué nuevos FX se desarrollará la pelea.
 
 
 
Con todo, aunque no haya un peligro real ni una situación de conflicto emocional lo suficientemente fuerte (todo el drama está tamizado de un halo de irrealidad y buenrollismo que hace imposible que nos impliquemos), la intachable estructura del guión ofrece momentos intimistas y diálogos ingeniosos que compensan las escenas de acción y sacan lo mejor de los actores, en especial de Michael Cera, que resulta brillante en su encarnación de ese arquetipo tan agradecido como poco realista que es el perdedor carismático.

Al final la película funciona, tanto la parte dramática suavizada y digerible a lo sit-com semanal, como las peleas adornadas por gracia y obra del teclado y la paleta gráfica, logrando un todo consistente, pulcro y divertido. Scott Pilgrim contra el mundo es, en definitiva, una fábula adolescente ligera que supone la sublimación de lo nerd hasta convertirlo en cool, consiguiendo agradar tanto a otakus, gamers y modernos como a profanos y cinéfilos.

sábado, octubre 19, 2013

El mundo perdido (1925)

En los felices años veinte, mientras la industria del cine mudo promocionaba sobre todo a los grandes galanes románticos como Fairbanks o Valentino, u optaba por el slapstick cómico de Laurel y Hardy, pronto destacaría un verdadero artista del renacimiento llamado Willis H. O'Brien, pionero del stop-motion y maestro del aclamado Ray Harryhausen. Willis tuvo la genial idea de realizar una adaptación de la obra de Sir Arthur Conan Doyle, El mundo perdido, que narraba la aventura de un grupo de científicos afanados en demostrar que en los confines perdidos del Amazonas, aun quedan vestigios de animales prehistóricos.


La película, que dirigiría Harry O. Hyot bajo el auspicio de First National Pictures, tenía al cargo de los efectos especiales al propio O'Brien y al jovencísimo Marcel Delgado (que serían reclutados posteriormente para dar vida a King Kong) y con grandes estrellas de la época entre las que es necesario destacar a Bessie Love y Wallace Berry (quien, según Carlos Díaz Maroto en su libro sobre Ray Harryhausen, ofrece una cacterización exacta a la descrita por Arthur Conan Doyle en la novela). El propio Conan Doyle aparecía al principio del film introduciendo la historia.

Estamos sin duda ante una película importantísima, clave para entender la historia del cine fantástico y los efectos visuales. Aunque vistos hoy día los dinosaurios de O'Brien (con esqueleto de madera, rellenos de espuma y con piel de látex) puedan resultar toscos y de movimiento limitado, su herencia queda más que patente en filmes que van desde King Kong al Parque Jurásico de Steven Spielberg. El mundo perdido tiene, aunque nos pese señalarlo, algunos errores de continuidad y planificación; durante las escenas que transcurren en el Amazonas, es difícil situarse espacialmente y el eje de las miradas no está bien trazado.


 La versión que he podido ver es la íntegra, de 90 minutos. No es dificil suponer por qué durante mucho tiempo, tan sólo se distribuyó comercialmente una versión reducida de 60 minutos, y es que el prólogo del filme resulta excesivamente dilatado, así como algunos fragmentos que tienen lugar en la jungla, dejando unos escasos 10 minutos para lo que habría de ser el clímax: el brontosaurio huído causando el terror a los ciudadanos de Londres.

Quiero creer que todos estos aspectos negativos son solo síntomas de una industria aun jóven, que en una fase aun intermedia de su desarrollo, todavía no ha encontrado los códigos necesarios para expresarse con soltura. En otras palabras,  estos errores son perdonables y además están presentes en casi todo el cine de la época, pero quizá sean más ostensibles en el género fantástico.


Sin embargo El mundo perdido cuenta con atractivos, empezando por su jóven protagonista Bessie Love, que además de realizar una interpretación convincente (dentro de los registros habituales del cine mudo), rebosa encanto, candidez, carisma e inocencia. También hay que destacar las escenas de lucha entre el alosaurio y los triceratops o la del brontosaurio suelto en Londres, precedente del mencionado King Kong, de Godzilla y todo el kaiju japonés, y cuyas escenas han sido copiadas innumerables veces a lo largo de la historia.

En definitiva, aun habiendo perdido algo de lustre con el paso de los años, en pleno siglo XIX todavía es posible admirarse; respetar esta obra y a su máximo artífice Willis O'Brien, por su innegable contribución al género fantástico y al cine en general.

viernes, octubre 18, 2013

La isla misteriosa (1961)

Estoy en mitad de un ciclo dedicado al mago del stop-motion, Ray Harryhausen, fallecido hace escasamente un año, cuyos avances en la filmación fotograma a fotograma supondrían todo un impulso a la industria de los efectos visuales desde los años cincuenta hasta principios de los ochenta. Tiempo durante el cual nos proveyó de jugosos títulos de género fantástico, mejores o peores, pero todos con el innegable encanto de la técnica que constituye su seña de identidad. 

Dos años antes de la icónica Jasón y los Argonautas y debido al éxito obtenido por Disney con Los Robinsones de los mares del sur; el consolidado equipo formado por el productor Charles H. Scheneer y el animador Ray Harryhausen convencieron a Columbia Pictures para adaptar el clásico de Jules Verne La isla misteriosa, que dirigiría Cy Endfield y se rodaría en la Costa Brava. El film cuenta la historia de unos combatientes de la Guerra de Secesión que, en su huída en globo, van a parar a una isla en apariencia deshabitada, donde tratarán de sobrevivir a fenómenos naturales que escapan a todo razonamiento científico.


De todas las películas de Harryhausen que llevo vistas, esta es la que más he disfrutado. Sin renunciar a la espectacularidad de los efectos especiales, la película ofrece una historia sólida y unos personajes bien definidos y carismáticos. Las licencias argumentales respecto a la novela de Jules Verne (tramas amorosas, y la vocación científica del capitán Nemo que propicia la aparición de los animales gigantes creados por Harryhausen), están integradas en la historia de manera natural y creíble.

  
El ritmo es el adecuado y la escenografía muy variada, imaginativa y de un colorido espectacular, con lo que el film no aburre ni siquiera visto en la actualidad. Cierto es que algunos efectos especiales han resistido regular el paso del tiempo, pero no hablo en este caso de las creaciones del animador (un cangrejo, abejas, un extraño ave y un pulpo gigantes), que siguen siendo maravillosas, sino de acusados bordes negros en las escenas que requieren integración óptica de elementos.


La película tiene no obstante un gran empaque visual y se aleja de otras producciones del maestro más tendentes hacia la serie B, cuando no a ser un mero vehículo para el lucimiento de las criaturas de stop-motion. Aquí son únicamente el condimento perfecto a una historia de aventuras agradable y bien contada. Mención especial merecen el director de fotografía Wikie Cooper por lograr una textura sólida, el decorador Francisco Prósper por su correctísima recreación del interior del Nautilus, y sobre todo, el grandísimo compositor Bernard Herrman, que con su score consigue elevar el trabajo de todos sus compañeros a una quinta dimensión. Para disfrutarla.

domingo, octubre 13, 2013

Cabin in the Woods (2012)

A menudo se habla de que tal o cual película, ha supuesto la reinvención del cine o de un género en concreto, y es bien cierto que muchas veces, esta supuesta reinvención resulta idónea para promocionar una determinada película. Exceptuando honrosas excepciones (La humanización de los gánsters de Tarantino, el western crepuscular de Clint Eastwood, la visión romántica de la mafia italiana de Coppola, o la revisión de la aventura folletinesca de George Lucas), a menudo estas supuestas reinvenciones no son más que un compendio de técnicas y prácticas cinematográficas ya explotadas que no pasa del mero homenaje, pero llevadas a su extremo, y de forma a veces más deslumbrante que brillante. De repente, y tras quedar maravillados con Kill Bill o Django de Tarantino, Buried de Rodrigo Cortés, o Gravity de Alfonso Cuarón (grandes películas a las que no discuto sus logros), pareciera que nunca existió el cine japonés, Hitchcock y su plano secuencia o el spagetti western de Leone.



No al mismo nivel, pero decididamente en el mismo juego de la reinvención, se mueve el slasher The cabin in the woods de Drew Goddar, con guión de Josh Whedon (escritor y director eficiente, que siempre ha aportado calidad a la industria, aun jugando en la liga de los blockbusters). La película empieza con una pandilla de adolescentes que van a pasar un fin de semana en una cabaña perdida en el bosque (familiar ¿verdad?). Poco sospechan que su llegada al refugio no es casual y que están siendo guiados por una gigantesca corporación que los tiene a su merced, permanentemente vigilados con micrófonos, cámaras de seguridad y gases tóxicos. Paralela a la historia de terror, se desarrolla pues una trama que revela la impostura de todos los códigos narrativos y de todas las situaciones clásicas en las que los protagonistas se verán envueltos.

Así pues, no solo se trata de referencias, sino de un auténtico meta-discurso intertextual que nos hace cómplices, poniendo a prueba nuestra memoria visual y herecia cultural, fusionando con ingenio el slasher más canalla de Sam Raimi con los textos más solemenes de Howard Philips Lovecraft. La baza principal con que juega la película, y que cobrará sentido hacia el final, es reafirmar todos esos estereotipos y ofrecernos una posible explicación y origen de los mismos.

Whedon asume su posición de narrador omisciente, ofreciéndonos no sólo el punto de vista de los protagonistas, sino mostrando desde el principio los entresijos de la farsa en la que están envueltos. Aunque sabemos más que ellos, el guión se guarda una sorpresa final que culmina primero en un clímax sangriento tan excesivo como original, y después en una fascinante revelación.

En el aspecto visual tenemos buenos efectos especiales, una fotografía correcta y sobre todo una deliciosa recreación de un buen número de perversiones que van desde los mitos clásicos y primarios (hombres lobo, zombis, los cenobitas de Hellriser, fantasmas y serpientes gigantes) hasta imágenes y conceptos de gran originalidad, especialmente ideados para la película.

Ninguno de los actores brilla con luz propia, pero todos cumplen con su cometido. Tenemos al hipermusculado Chris Hemsworth (el superhéroe Thor, el padre de James Kirk en Star Trek 2009 y novio de Elsa Pataki) y el cameo de una super-estrella clásica de Hollywood que vehicula la revelación final y sirve también para reactivar el interés en un momento en que podría decaer.



¿Reinventa Whedon el cine de terror? Sí y no. Varias veces cae en el mismo absurdo de las películas a las que alude (decidir de motu proprio que lo mejor es separarse no es más absurdo que decirdirlo a causa de un gas nocivo), pero también propone un enfoque totalmente nuevo que no recuerdo haber visto anteriormente.

The cabin in the woods ha de tomarse como un regalo a los fans más eruditos y conocedores; es una absoluta declaración de amor al género desde un profundo conocimiento del mismo, y también un delicioso caramelo de varias capas de sabor, en cuyo nucleo se encuentra la más perversa, sanguinolenta y pegajosa abominación. Después de dos años inédita en España, parece que Canal + va a promover un moderado y limitado reestreno en salas comerciales. Es la ocasión perfecta para pasar algo de miedo.

sábado, octubre 05, 2013

Gravity (2013)

Ya hemos visto Gravity, de Alfonso Cuarón. El hype a su alrededor ha ido creciendo en los últimos meses, y hace escasamente unos días, la crítica norteamericana caía rendida ante este thriller de ciencia-ficción con tintes dramáticos.

Quería ver Gravity completamente virgen. He sido cuidadoso de no auto-spoilearme ni siquiera en los detalles más insignificantes, así que cuando entré en la sala estaba abierto a todo tipo de acechanzas espaciales... alienígenas, fantasmas, plagas o demonios. Sin embargo, me encontré con una trama bastante más realista; una premisa tan elemental como llena de fuerza. Cuarón no juega al despiste ni nos marea con reveses narrativos; se trata de dos astronautas luchando por sobrevivir en la negra inmensidad del espacio. No hay más.



Con una historia reducida pues a su esencia, desprovista de subtramas, personajes secundarios o giros imposibles, el director y guionista demuestra que a veces menos es más, y que la aventura del dúo protagonista es suficiente para mantener el interés durante los noventa minutos que dura el film.

Los "giros imposibles" en este caso, son ejecutados por la cámara (real o virtual) y por el equipo técnico de efectos visuales. Si en Apollo 18, Lopez-Gallego optaba por un found-footage a partir de distintos formatos de filmación, Gravity está en el otro extremo. Como en Hijos de los Hombes, la estilización del plano secuencia es llevada de nuevo hasta sus últimas consecuencias. Sin cortar un sólo momento, la cámara recorre en vuelo rasante la estructura de los satétites; gira en perspectivas imposibles alrededor de nuestros protagonistas; los persigue a través de los angostos pasadizos de la ISS; y hasta asume su punto de vista subjetivo atravesando para ello el cristal de las escafandras. A pesar de esta ostentación, en ningún momento el discurso se sobrecarga en exceso, pues Alfonso Cuarón sabe cuándo detener la cámara en sugestivas composiciones visuales, logrando un tono intimista muy agradecido entre tanta acción. A este respecto, debe mencionarse el sobresaliente trabajo del director de fotografía de Emmanuel Lubezki y el hermoso e
inconfundible guiño visual a 2001; Una odisea en el espacio que protagoniza Sandra Bullock, quien por otro lado, ofrece una convincente interpretación por encima de su compañero masculino.



Gravity también funciona en el plano emocional, y aunque los personajes están trazados con brocha gorda, se logra una cierta complicidad que llega a conmovernos, debido al carisma y el talento de la pareja protagonista.

No es en ningún caso un film innovador; otros realizadores han jugueteado con el plano secuencia antes que Cuarón, y además, el formulismo de la vieja escuela queda patente en su apuesta por la espectacularidad y en un George Clooney quizás demasiado pegado  a su rol de galán maduro, aun en una situación de crisis. Acorde con este formulismo, agradecemos no obstante la inclusión de un score sinfónico muy potente y expresivo, que hasta asume el papel de los efectos de sonido allá donde el propio sonido no puede propagarse, y que hacia el desenlace, lleva la película a una intensa catarsis.


Con todo, Cuarón es valiente al no abandonar a sus personajes (un guionista inseguro hubiera incluido una subtrama en la Tierra). Su película es endiabladamente entretenida, y se mueve con soltura entre el blockbuster y el cine de autor, contentando a los verosimilistas tanto narrativamente (es sabido que la basura espacial puede resultar altamente destructiva) como en el diseño de producción (los trajes y las instalaciones espaciales están profusamente recreados); pero sin renunciar a la acción y a un punto de vista libre de ataduras, dollys y trípodes.