jueves, febrero 20, 2014

John dies at the end (Don Coscarelli, 2013)

John dies at the end es la última película de Don Coscarelli, quien nos diera en el pasado la admirada saga de Phantasma y algunas otras joyas inclasificables como El Señor de las Bestias o Bubba-Ho-tep.

En la calle lo llaman "salsa de soja" y transporta a los que la toman a través del tiempo. Sin embargo, cuando algunos regresan ya no son seres humanos. Así es como se produce una invasión silenciosa de la Tierra que hace que la humanidad necesite urgentemente un héroe. Aquí aparecen John y David, un par de desertores de la universidad que apenas son capaces de mantener un trabajo. ¿Podrán estos dos seres aterrados salvar a tiempo a la humanidad? (Filmaffinity).


Es difícil encontrar hoy día una comedia de terror tan absolutamente desvergonzada, imaginativa y al mismo tiempo inteligente y coherente con su propio universo (o multiuniversos, en este caso) como John dies at the end. Con este film, Don Coscarelli ha conseguido el más dificil todavía, al menos discursivamente. Para que me entendais; no pocas veces he empezado mis críticas con una cantinela parecida a esta: "premisa interesante y con posibilidades que se echa a perder con un desarrollo inverosímil y pedestre", pero en este caso es justamente al revés: lo absolutamente inverosimil y pedestre es la premisa, la idea de partida. Honestamente, no hay quien se la trague, y sin embargo tenemos un desarrollo realmente efectivo, gracias a unos buenos gags y un guión in crescendo que, aun con sus altibajos, provee de un beat increíblemente rítmico al montaje.


Lógicamente, tratándose de Don Coscarelli la historia resulta por momentos disparatada y  surrealista, y hemos de admitir que cuesta un poco juntar todas las piezas, pero uno se queda con la sensación de haber saltado, junto con los protagonistas, a una dimensión paralela, no esa en la que habita el villano lovecraftiano Korrok, sino aquella otra que el maestro Coscarelli gobierna según sus propias reglas, que como buenos discípulos, seguro habremos aprehendido (sí, con H) cuando sorteábamos tumbas abiertas y escapábamos de esferas asesinas por los pasillos de algún mausoleo (a buen entendedor...).

En lo visual el resultado es bastante irregular. Estamos ante una serie B pura y dura (ha costado 12.000 dólares), y eso se nota en la pobre factura de algunos efectos especiales (no todos, cuidado, hay planos que son de sobresaliente). Coscarelli combina efectos físicos y maquillaje con fondos y personajes recreados digitalmente, necesitando estos últimos un mayor hervor. Sin embargo, la fotografía está realmente cuidada a lo largo de todo el metraje y su responsable Mike Gioulakis consigue darle al film un aspecto moderno y acorde al género. 


Hay momentos realmente divertidos y frases para enmarcar. Aunque los dos protagonistas (Chase Williamson y Rob Mayes) no pasan del aprobado, sí que se agradece la presencia de actores de primer nivel como Clancy Brown (Los Inmortales, Perdidos) y Paul Giamatti (Saving Mr. Banks, La joven del agua, Entre Copas) o rostros entrañables como Angus Scrimm (el Hombre Alto en la saga de Phantasma) o Glynn Turman (Super 8), de quien hablábamos recientemente en nuestro pódcast sobre Gremlins.

Por esa historia quizá algo desordenada y confusa; por la poca vergüenza de ciertas escenas; por la necesidad de una cierta competencia lectora y por lo comentado sobre los VFX's, John Dies at the End pudiera no ser plato de buen gusto para algunos puristas, pero en Copia Zero le reconocemos clase, inteligencia y saber hacer. Si entras en el juego, puedes pasar un rato realmente divertido.

martes, febrero 18, 2014

Nebraska (Alexander Payne, 2013)

Nebraska es la novena película de Alexander Payne (A propósito de Schmidt, Los descendientes o Entre Copas), y es uno de los films candidatos a Mejor Película en la inminente Ceremonia de los Oscars. También hay nominaciones para su director, para Bruce Dern como actor principial (ya galardonado en Cannes), June Squibb (que interpreta a su esposa) y para el guión y la fotografía.

La policía detiene en Billings, Montana, a Woody Grant, un anciano que camina peligrosamente por el arcén de la autopista. Woody ha decidido ir andando hasta Lincoln, insistiendo en que allí, unos editores le darán el millón de dólares que le han "concedido" en una carta publicitaria. Pese a la reticencia de sus familiares, que saben que todo es un engaño, Woody y su hijo menor emprenderán un viaje en coche a través del estado de Nebraska para reclamar el ansiado "premio".


Alexander Payne, se muestra fiel a las temáticas que domina y nos ofrece una historia costumbrista poblada de personajes que, pese a estar algo estereotipados (el matón del pueblo, el familiar con éxito, los primos idiotas), están dotados de bastante personalidad - que no carisma - y realismo. Se trata de un retrato de la América profunda, tanto en lo antropológico como en lo geográfico, que diciendo lo mínimo evoca todo un crisol de sensaciones conocidas.

Uno de los atractivos de Nebraska es su correctísima fotografía, obra de Phedon Papamichael, que otorga el tono necesario al film, connotando esa amarga nostalgia de un tiempo pasado que no fue ni mejor ni peor, sino tanto o más duro que el actual. La película consigue atraparnos sin ofrecer ningún otro virtuosismo técnico más allá de un intachable academicismo formal, que no está reñido con la fuerza de algunas secuencias, ni con un estilo propio que va más allá de haber elegido filmar en blanco y negro.



Pero sin duda el plato fuerte es la presencia del legendario actor clásico Bruce Dern, en un papel diseñado para obtener la nominación que ostenta. Aun habiendo quedado encantado con su trabajo, pienso que el mérito de este Woody Grant, está también en Payne y en el guionista Bob Nelson. La habilidad del cineasta para crear entornos sugerentes, la selección de un reparto que está sembrado en sus réplicas, y las palabras justas (y los silencios) del guión de Nelson, son materias primas para que el protagonista de La Trama (Alfred Hitchcock, 1976) despliegue su veteranía en perfecta sinergia con todo el equipo.

Payne es ha sabido perfilar su estilo a lo largo de los años, y nos presenta ahora esta obra de madurez, de austeridad narrativa, contundente y dura en su discurso y exquisita en lo formal, que retrata con audacia a la clase media rural estadounidense; pobres diablos tan alejados como anhelantes del sueño americano, que no es sino una estafa más, como la carta a la que se aferra el viejo Woody en su odisea particular.

domingo, febrero 09, 2014

Splice: Experimento Mortal (2009, Vinzenzo Natali)

Me acerqué con cautela a Splice. Sin llegar al spoiler, sí se rumoreaba entre podcasters y twitteros sobre un giro final excesivo que provocó el rechazo de una parte importante de los espectadores. Eso era lo único que sabía del último film del canadiense Vincenzo Natali, (quien nos regaló Cube hace ya más de diez años) cuando esta tarde me decidí a verla.



Clive (Adrien Brody) y Elsa (Sarah Polley) son dos brillantes científicos que, por medio de la ingeniería genética, se dedican a crear variaciones de especies conocidas. Aunque han alcanzado el éxito, su ambición les hará perder el control, cuando, en secreto, decidan llevar sus experimentos más allá de la moral. Combinando ADN humano en sus experimentos genéticos obtendrán un nuevo escalón en el árbol evolutivo actual. Lo llamarán... Dren.

La película empieza realmente bien. Es de agradecer que, en un tiempo en el que cada vez más directores optan por obviar los títulos de crédito inciales, Splice cuente con una bella, sugestiva y plásticamente vigorosa introducción generada en CGI, pero con el regusto de los viejos clásicos de terror y ciencia-ficción, acompañada de una efectiva música compuesta por Cyrille Afort.



Desde el primer momento, y durante todo el metraje, Natali no se corta en mostrarnos hasta dónde son capaces de llegar sus artistas de VFX. Cada nuevo engendro genético, cada paso en la evolución de estas criaturas supone un logro en si mismo, y todos ellos culminan en la joven Dren. Bellísima aun en su deformidad, supone una auténtica cima creativa fruto del talento de maquilladores, de técnicos en 3D y muy especialmente de la actriz Delphine Chanéac (de origen francés, elegida - supongo - por la distancia entre sus ojos, que ha sido exagerada sutilmente en postproducción). 

Cada plano está bellamente compuesto e iluminado por Tetsuo Nagata consiguiendo una textura pictórica y una ambientación gótica que le va de maravilla a la historia. Natali se permite además homenajes velados a los monstruos de la Universal y al mejor Cronemberg, tanto visuales como en el guión.



La trama en sí está bastante manida (científicos que juegan a ser Dios), pero hay tantas sorpresas, tantas fases en la evolución física de Dren, que es imposible aburrirse. La falta de sentido común e incluso la redomada idiotez de la pareja protagonista en ciertos momentos, no supone ningún problema para empatizar con ellos (Tampoco Peter Cusing demostraba muchas luces en el Frankenstein hammeriano). El trabajo de Sara Polley y (especialmente) Adrien Brody es bueno y ayuda bastante a aportar credibilidad a una cinta que no tiene la más mínima base científica. Pero es que el enfoque de Natali está tan meridianamente claro, que como aficionados al fantasterror, no tenemos más remedio que abandonarnos a nuestras pulsiones más primarias, abrazar la inmoralidad de la que hace gala el film, e incluso disfrutar morbosamente de escenas tan perturbadoras como hermosas.

Admito que hay un punto en que la historia empieza a resultar algo excesiva, y llegado el momento nos preguntamos "¿Qué será lo próximo?". Entiendo que el giro final no haya contentado a todo el mundo. Pero en general, se nota (para bien) el sello del productor Guillermo del Toro; hoy día se echa de menos un cine fantástico tan políticamente incorrecto, y al mismo tiempo tan clasicista, pulcro, sólido y entretenido. Lo he pasado en grande.

viernes, febrero 07, 2014

Capitán Phillips (Paul Greengrass, 2013)

Capitán Phillips, de Paul Greengrass, como American Hustle o El Lobo de Wall Street, está también basada en hechos reales. Aun compitiendo para Mejor Película, Capitán Phillips no ha recibido nominación para el resto de premios gordos, como se les suele llamar. Sí que es candidata para Mejor Sonido, Mejor Edición de Sonido, Mejor Montaje, Mejor Guión Adaptado y Mejor Actor Secundario.

En el año 2009, en aguas internacionales a 145 millas de la costa de Somalia, en el cuerno de África, el buque Maersk Alabama, al mando del capitán de la marina mercante estadounidense, Richard Phillips (Tom Hanks), fue abordado y retenido por piratas somalíes, siendo el primer barco norteamericano secuestrado en los últimos doscientos años. 


En un tiempo en que el denostado género de acción está dominado por superhéroes y producciones millonarias, se agradece una película austera y a la vez impactante, como Capitán Phillips. Greengrass es capaz de articular un discurso moderno y comercial, con toques de cine documental (cámara en mano, diálogos pisados, etc.), sin renunciar por ello a un montaje ágil y estilizado, o un uso de la música bastante convencional y efectivo. El guión de Billy Ray es estructuralmente intachable, y consigue desarrollar una trama interesante, a partir de un "hecho real". Si obviamos las quejas de algunos marinos que fueron testigos reales de los hechos, y atendiendo únicamente a las formas de narrar, Greengrass logra hacernos creer que aquello pudo realmente pasar tal cual se nos explica.



La veteranía es un grado, y Tom Hanks anda sobrado de ella. Su aproximación al capitán resulta sobresaliente de principio a fin, logrando un personaje creíble y muy en sintonía con las opciones discursivas de su director. En mi opinión, debió haber sido nominado a Mejor Actor, pues su interpretación logra eclipsar por momentos sus mejores trabajos del pasado. El debutante Barkhad Abdi (de origen somalí) no lo hace nada mal, aunque no considero que merezca hacerse con el Oscar al que está nominado.

En lo negativo, poco hay que decir. La inexactitud histórica señalada por los subordinados de Phillips (afirman que el capitán hizo poco o nada por evitar la situación e incluso la provocó, negándose a dar un rodeo para evitar a los piratas) es sin duda un trago amargo para director y guionista, y síntoma evidente del ciego fanatismo de algunos story-tellers, empeñados en erigir falsos héroes. Atendiendo a esto, algunos podrían llamarla  "americanada", pero lo cierto es que como película resulta tremendamente entretenida y tampoco es que haya ningún momento de exaltación patriótica manifiesta.



Al contrario, en Capitán Phillips, el heroísmo está en las decisiones del protagonista, en sus palabras, y su temple, no en sus dotes para el combate cuerpo a cuerpo ni en su habilidad para saltar distancias imposibles. Por lo tanto, bien podría funcionar como paradigma de lo que debería ser el cine de acción norteamericano en la actualidad. Sin volverés ni yippie-ka-yei's, mesurada en el uso de efectos visuales y escenas imposibles, pero comercial y espectacular allí donde se requiere.

miércoles, febrero 05, 2014

La gran estafa americana (David O'Russell, 2014)

La gran estafa americana, basada en uno de los operativos Abscam (grabaciones en vídeo orientadas a desmantelar casos de corrupción política) del FBI de los años 70-80, está dirigida por David O'Russell (Tres Reyes, Extrañas Coincidencias) y acumula nueve nominaciones, entre las que figuran los premios realmente gordos (Mejor Película, Director, Actor, Actor Secundario, Actriz y Actriz Secundaria).



Esta es la historia de un brillante estafador, Irving Rosenfeld (Christian Bale), que junto a su astuta y seductora compañera, Sydney Prosser (Amy Adams), se ve obligado a trabajar para un tempestuoso agente del FBI, Richie DiMaso (Bradley Cooper). DiMaso les arrastra al mundo de la política y la mafia de Nueva Jersey, tan peligroso como atractivo.

Con un discurso narrativo quizá demasiado pegado al de Scorsese en El Lobo de Wall Street, (distintas voces en off, travellings que siguen a los personajes, rock de la época) David O. Russell logra una cinta ágil, divertida y con algunas virtudes muy notables. Dicho esto, el primer acto puede resultar árido, debido a una casi nula identificación primaria. Durante 25 minutos nuestra empatía será puesta a prueba con unos personajes que exhiben sin tapujos su baja condición y fibra moral.


Sin embargo, poco a poco entramos en el juego y reímos las gracias y las desdichas de estos estafadores, habilmente retratados desde la ternura que nos inspiran los anti-héroes. El humor camina parejo a la tensión, en escenas que pondrán a prueba el ingenio y la pericia de los estafadores. El miedo a ser descubierto, el éxito, la anticipación del desastre; todo es vivido por el espectador con una mezcla de nerviosismo y risa floja.

Al contrario que otras historias corales, American Hustle está equilibrada y otorga a cada intérprete las frases justas, dandoles a cada cual una o varias oportunidades de lucirse. Jennifer Lawrence, es ya mi favorita para el Oscar a Mejor Actriz de Reparto sin haber visto a sus competidoras, y también Bradley Cooper hace un buen trabajo con su papel. Christian Bale, en uno de sus ya clásicos alardes de transformismo, nos regala una barriga cervecera y un peinado de cortinilla, aunque su rostro anguloso permanece intacto y su interpretación, aun nominada a los oscars, no es la más brillante de la cinta. Amy Adams, como en Man of Steel, sigue sin transmitirme gran cosa. Se nos regala además, el caramelo de la breve aparición de Robert DeNiro en el papel del mafioso Victor Tellegio.


Formalmente la película cumple los estándares y recrea con bastante eficacia los años 70-80, aunque quizá peque de excesivamente retro en algunos momentos, sin duda con fines humorísticos o nostálgicos. El manido recurso de recurrir a conocidas canciones de la época, hay que decir que sigue funcionando y viene perfecto para situar la película temporalmente.

No la considero tan notable como para hacerse con el Óscar a Mejor Película, pero embargo sí que es merecedora de casi todas las nominaciones que ostenta.

lunes, febrero 03, 2014

I sell the dead (Glen McQuaid, 2008)

Tenía ganas de ver I sell the dead, la opera prima del técnico de efectos visuales irlandés Glen McQuaid, una historia de vampiros con un marcado toque irish, donde participaban mis adorados Angus Scrimm y Dominic Monaghan, a quienes profeso una incondicional admiración por distintos motivos.

Los ladrones de tumbas Arthur Blake (Monaghan) y Willie Grimes (Larry Fessenden) son capturados. Cinco horas antes de que Arthur acompañe a Willie para ser ajusticiado, cuenta su historia al párroco Francis Duffy (Ron Perlman). Pronto se descubrirá que no son unos ladrones de tumbas corrientes, ya que por sus historias se descubre que no todos los cadáveres son iguales.



Mientras me preparaba para hacer esta review, he buscado inútilmente alguna referencia a novelas gráficas o cualquier trabajo literario anterior relativo a I sell the dead. Sin embargo, a pesar de las referencias y el marcado barroquismo visual al estilo de los comics, me sorprende comprobar que esta película se basamenta únicamente en la imaginación de su director y guionista. Y es que desde el inicio echamos en falta una mayor contextualización de la historia. De algún modo, me imaginé que ese contexto lo encontraría en una obra previa (lo cual ya sería un error), pero no; se trata simpelmente de un guión cojo, excesivamente lineal, repleto de tópicos y estructurado a base de pequeños micro-episodios autoconclusivos sin una trama interesante, en torno a unos personajes excesivamente planos.


El presupuesto de la película no llega a los 5.000 dólares y hay que decir que se esto se nota para mal. Los efectos especiales requieren una mayor dedicación y el uso casi permanente de la pantalla verde y los fondos generados en Photoshop producen una sensación de claustrofobia y colocan al film en la frontera de lo amateur. Tampoco ayudan ciertas taras en la planificación y el montaje (hay una escena en la que volvemos al mismo plano en 4 ó 5 ocasiones) e incluso en la composición de la música; pareciera que la banda sonora consta de un único track ininterrumpido de 90 minutos. Siendo justos, el resultado no es desastroso; en un videoclip de rock o incluso en un cortometraje, hubiera sido aceptable, pero en un largo resulta demasiado elemental.


Hay que reconocerle a Glenn McQuaid su astucia como negociador, pues sin invertir una millonada, ha logrado convencer a gente muy notable del mundillo artístico para participar en su B-Movie. Lamentablemente, ni siquiera la presencia de rostros tan importantes como Ron Perlman (Hellboy, El nombre de la rosa), Dominic Monhagan (El señor de los anillos, Perdidos) o el mismísimo Angus Scrimm (el Hombre Alto en la saga de Phantasma) logran levantar esta historia tan floja como pobremente llevada a la pantalla.

Cuando me senté a ver I sell the dead, no tenía ni idea sobre los detalles del presupuesto ni sobre el argumento (fijaos, llegué a creer que debían existir unos comics, una obra a la que aludía y cuyos guiños yo no era capaz de ver), pero creo que incluso una serie b puede atrapar a un espectador generoso y open minded aunque no vaya preparado. Siento decir que, sin tener tampoco altas espectativas al respecto, he sufrido una gran decepción.