miércoles, junio 19, 2013

Están Vivos (They Live, 1988)

Seguimos con John Carpenter; esta vez con uno de los clásicos tardíos de su filmografía. Están vivos narra el intento de George Nada (Roddy Piper, luchador de wrestling y actor ocasional), el paradigma del hombre corriente, por detener una invasión alienígena encubierta tras mensajes subliminales. Unas gafas de sol especiales creadas por un pequeño grupo insurgente, le permiten identificar a los invasores, que vistos a través del cristal, presentan un aspecto deforme y amenazador.

Vi esta película en mi adolescencia, en un pase de Canal +, y la recordaba inteligente y entretenida. Ayer decidí revisionarla en lo que está siendo un improvisado ciclo de Carpenter, y me ha producido sentimientos encontrados. Pero empecemos por el principio.



IMDB estima el coste de esta película en cuatro millones de dólares, una cifra ridícula para cualquier producción  hollywoodiense, pero que en manos de Carpenter – quien ya demostró el partido que puede sacarle a presupuestos reducidos – podría haber dado para mucho más.

Se nota que estamos ante una producción de bajo coste. Las estrellas de cine quedan descartadas, abunda el rodaje en exteriores o localizaciones reales, e incluso la fotografía está muy limitada, dando a la imagen una impersonal textura de telefilme.

Desprovista de un estilo visual definido, sólo nos queda confiar en que al menos, Carpenter sabrá contarnos una buena historia, con su uso del montaje y la planificación. No obstante, también encontré carencias en estas materias que se suponían aprehendidas mucho tiempo atrás, en películas como La Noche de Halloween o La Niebla.


  
Y es que hay escenas innecesariamente dilatadas y repetitivas. El asalto policial al gueto donde vive el protagonista - supuestamente una escena de acción - se prolonga durante cinco minutos sin lograr transmitir la sensación de peligro que debería; vemos excavadoras arrasando con las chabolas como si de un documental se tratara.  Más adelante, cuándo George insta a su compañero Frank (Keith David) a que se ponga las gafas, se inicia una interminable pelea de 7 minutos donde Roddy Piper hace gala de la que es su verdadera vocación, la lucha libre al más puro estilo de la WWF. La escena está tan fuera de lugar que provoca sorpresa y risa floja a partes iguales. Hoy día hay quien todavía la recuerda, y la define como "épica", "memorable"; e incluso como "lo mejor de la película". Desde luego es muy divertida, y está bien rodada. Haciendo una pequeña investigación, he descubierto que al igual que yo, mucha gente retuvo ese "¡Ponte las gafas! - ¡Que te jodan a tí y a tus gafas!".

En cualquier caso, Carpenter, que también firma el guión, podría haber usado esos minutos en desarrollar un poco más la trama, que obvia detalles importantes ¿Cuándo empezó la invasión? ¿Existe un plan de ataque elaborado? ¿Cómo están fabricadas las gafas?.


Además de la escena de la pelea, solo salvaría dos más; cuando George se pone las gafas y comienza a ver de forma manifiesta mensajes subliminales por toda la ciudad; y el divertido desenlace/epílogo en el que por fin, la humanidad “despierta”. Por otro lado, es encomiable el subtexto del film; El control de los aliens no es distinto al que, de hecho, se ejerce desde los medios de comunicación y los poderes fácticos de la clase política.

No es que exija una seriedad que desde luego el filme no tiene, pero el humor también lo veo artificial e impostado. El tono navega entre el suspense y la comedia, y se adivinan ecos de Golpe en la Pequeña China, pero sin la gracia o la coherencia interna de aquella. Sinceramente, no podía dar crédito a lo que estaba viendo cuando George decide insultar a los aliens (“¡Parece usted un queso de grullere!”) y cargar contra ellos a tiro de escopeta, sin al menos haber concienciado a unos cuantos para su causa, formando un comando de asalto o algo así. Ni Roddy Piper es Kurt Russel, ni el mito del héroe urbano trasnochado y palurdo a lo Jack Burton tiene en esta ocasión un trasfondo que lo haga creíble.

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