domingo, junio 23, 2013

El hombre de acero (Man of Steel, 2013)

La estética refinada de Zack Snyder y el sello personal de Christopher Nolan auguraban un reboot de Superman de cierta carga dramática, en la línea de las nuevas películas de Batman. Un nuevo comienzo que dejaba a un lado la emblemática saga protagonizada por Christopher Reeve, y reflotada en 2006 por el director Bryan Singer, film fallido aunque respetuoso hacia la saga clásica. Esto ha ido provocando reacciones encontradas entre los fans conforme se conocían nuevos detalles. Este viernes por fin llegaba a las carteleras españolas Man of Steel.

Como en casi toda historia  de superhéroes, la trama (firmada por Nolan y David Goyer, co-autor también de las películas sobre El Caballero Oscuro) no es más que la vieja historia del bien contra el mal. En este caso, Superman (o Kal-El para la ocasión, pues en virtud de una pretendida dimensión del personaje, el nombre popular del mismo tarda mucho en aparecer) se enfrenta a un villano de sobras conocido por los fans, el general Zod (Michael Shannon releva con eficacia al Terence Stamp de Superman II) quien en su intento por restablecer la estirpe de los kryptonianos en el planeta Tierra, tratará de hacerse con el códice, fuente de la vida y herencia genética de Krypton; y también un macguffin tan insípido como irrelevante.




Narrativa y estéticamente, a efectos prácticos, pareciera que la película la hubiera dirigido el propio Nolan. Tal como se esperaba, el tono del filme y su estética visual - colores desvaidos hasta lo mortecino, contraste realzado y virados de color - , es definitoria del equipo responsable, y también de la tendencia actual, para alegría de unos y descontento de otros. Estructuralmente, el ritmo acelerado de las tomas de acción es compensado con un tono reflexivo para las escenas intimistas sobre los orígenes del personaje.

He disfrutado más con estas últimas que con los efectos visuales, que por qué no decirlo, también son de primer nivel. Pero incluso cuando se nos cuenta la historia personal de Clark Kent, lo que no debía haber ido más allá  de una planificación académica, se convierte en el festival de la cámara en mano. Supongo que en un intento de dotar a la historia de mayor verosimilitud, Snyder opta por este tono documental que rompe el pacto ficcional y el equilibrio necesario en un filme como este. El sostener la cámara a pulso tiene una significación muy concreta en el lenguaje cinematográfico, y su uso en El hombre de acero es injustificado.


El casting me parece uno de los mayores aciertos. Henry Cavill, que se quedó a las puertas de protagonizar Superman Returns, interpreta todo lo bien que le permite el guión; y además llena sobradamente el traje, sin necesidad de esos relieves tan divertidos de Michael Keaton y George Clooney en el Batman de los noventa (que conste que Chris Reeve tampoco llevaba relleno). Pero sin duda la expreriencia es un grado, y quedé encantado con las interpretaciones de Russel Crowe como Jor El (superado el mal trago de Les Misérables), y de Kevin Costner y Diane Lane como Johnathan y Martha Kent.

Disfruté mucho los velados homenajes a la saga original, basados únicamente en la composición - incluso parcial - de ciertos planos, y alejados de aquellos guiños bastante más evidentes de Superman Returns. Agradecí también la explicación de la letra S en la vestimenta de los miembros de la Casa de El, que era un evidente gazapo del filme clásico (supongo que algo de esto habrá en los cómics).

Aunque lo pasé en grande en el cine, no puedo decir que el film sea perfecto, y ciertamente prefiero la honestidad de las películas de Marvel, dónde el tono no condiciona una visión forzadamente sesuda como en este Man of Steel.

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