lunes, agosto 22, 2005

Sin City (2005)

Sin City es, entre otras cosas, un intento de Robert Rodriguez de volver a ese cine canalla que le dio la fama... Mucho antes de The Faculty o la interminable saga de Spy Kids. Es una forma de pedir a gritos, que le renueven el carnet de enfant terrible en la escuela en la que tomo clases con Tarantino, pero de la que fue expulsado al estrenar las aventuras de Antonio Banderas y su familia de espías.

No he leído nunca el comic de Frank Miller, pero eso no debe influir... Pienso que una película debe funcionar por si misma. Decirle al espectador que para entenderla debe consultar un material no cinematográfico preexistente, es una tremenda osadía.

Sin City funciona por si misma, otra cosa es que funcione bien.

Es una orgía de violencia como nunca antes había visto. Una violencia tamizada y filtrada por la magia del cine, estableciendo esa barrera necesaria para no volvernos locos o acabar en el W.C. de la sala con arcadas y sudores.

El resultado final no puede ser más espectacular. Hay que reconocer una minuciosa labor creativa; unas imágenes que integran perfectamente lo mejor de dos mundos; esto es: la influencia del cine negro más clásico (las de Sam Spade, pitillo en boca) y del lenguaje propio del comic. Esto hace que cada plano en sí, sea una auténtica viñeta viviente.

Y es así, pasada a través del filtro de la lente óptica, de los efectos digitales, y del lenguaje visual propio del cómic, cuando la violencia deja de ser impactante o subversiva y se convierte en mero entretenimiento. Aunque quizás esto es más peligroso que mostrarla de forma realista.

Hasta el día de hoy, no he encontrado una teoría convincente sobre qué es justificable y qué no en cuanto a la violencia cinematográfica. A día de hoy, sigo sin saber si El Club de la Lucha es una apología de la violencia o todo lo contrario. Los seguidores podrán argumentar a su favor, pero cuando el protagonista de la película dice “Solo cuando peleo me siento vivo” cabría preguntarse si el respetable va a entender esa denuncia.

En Sin City se cometen crímenes por amor y por venganza. Se nos presenta a estos antihéroes como los últimos románticos cuyo noble fin justifica los medios. Hay que tener cuidado con las interpretaciones de una audiencia jóven e influenciable.

En fin, que cada cual saque sus conclusiones.

En el plano estético, la fusión de cine negro y cómic me parece genial; visualmente atractivo y muy novedoso. Es uno de esos casos de efectos especiales bien aprovechados, al servicio de la historia y de los planteamientos estéticos. Hay algunos planos excesivamente pretenciosos, pero en general, todo me ha parecido bastante justificado.

Desde luego, con Sin City no nos aburriremos. Aquellos a quienes nos gusta el cine negro, podremos disfrutar con algunos de los recursos típicos cómo la voz en off, los antihéroes rudos pero con un aura carismática, una potente fotografía en blanco y negro, y un pitillo que llevarse a los labios.

Pero eso sí, no tratemos de ver en ella algo más que sus impactantes y novedosas imágenes y reflexionemos un rato sobre el por qué de su contenido explícito.

1 comentario:

Leoky dijo...

Es una película distinta, ami me estretubo y poco mas pero es una película de esas que hay que tener en cada colección.