lunes, julio 08, 2013

Star Trek; En La Oscuridad (J.J. Abrams, 2013)

Cuatro años ha tardado en llegar la segunda entrega del nuevo reboot de la franquicia, que iniciara J.J. Abrams en 2009. Se ha escrito tanto de esta película, que apenas comenzaron a llegar las primeras reacciones tras su estreno en EE.UU. este humilde bloguero decidió darse de baja de todas las las páginas y foros de opinión, y desviar su atención de cualquier crítica, comentario o imagen relativa a Star Trek: Into Darkness. Tarea harto difícil en estos tiempos informáticos.

En estos cuatro años, animado por la primera entrega del reboot, por su fino humor, su despliegue visual, y su profundo respeto a la saga, accedí a dar un voto de confianza a la serie clásica, que logré ver al completo en tan sólo unos meses. Digamos que Into Darnkess se estrena en un momento personal de plena efervescencia y renovado amor por Star Trek, pues aunque siempre tuve especial cariño hacia Kirk y su tripulación, mi experiencia se limitaba hasta ahora a las películas.

Dicho esto, entremos en materia.

J.J. Abrams vuelve a conseguir en este film lo que ya logró con el primero, revitalizar la franquicia desde un punto de vista actual sin renunciar al espíritu clásico. El argumento desarrollado por Roberto Orci, Alex Kurtzman y Damon Lindelof no es sólo una puesta al día sin concesiones, que asegura la asistencia masiva del público joven a las salas de cine, sino que también es un brillantísimo ejercicio de nostalgia bien entendida que deleitará a los viejos fans. Tiene todo lo que cabe esperar de una buena aventura; intriga, humor, sensibilidad, romance, situaciones límite y unos efectos especiales que están a la vanguardia de la técnica, todo ello dosificado y estructurado con un sobresaliente sentido del ritmo.

  
Como en sus anteriores películas, Abrams no ha necesitado el toque de Christopher Nolan para complacer a la crítica; esto es, huir de los tópicos, reinventar la saga y dirigirla a audiencias supuestamente maduras. No, Abrams no es un iconoclasta vanguardista que va de hermano mayor, sino un mitómano obsesivo, un restaurador vocacional que antes que encargar un nuevo Batmovil, prefiere comprar la vieja Enterprise en un mercado de ocasión a precio de saldo. No huye de los tópicos, sino que los desempolva, los engrasa, y les quita el óxido para hacerlos lucir como hace treinta años.

La tan criticada línea temporal alternativa de las nuevas películas de Star Trek - que se desató cuando el Capitán Nero mató al padre de Kirk - , ha resultado ser en esta segunda parte su principal virtud. En esta nueva realidad, se desarrolla un velado remake de Star Trek II:  La ira de Khan que ofrece sin embargo, una aventura completamente nueva.

Zachary Quinto, si ya estaba brillante en la primera parte, ha mejorado muchísimo en su caracterización de Spock, haciendo suyo el genio de Leonard Nimoy y ofreciendo lo mejor de su propia cosecha. También disfruté con el desparpajo de Chris Pine, la gracia natural de Karl Urban y por qué no decirlo, el espectacular físico de Zöe Saldana (gran actriz también, sin duda). Benedict Cumberbatch logra un malvado arrebatador y digno competidor del Bane de Tom Hardy o el general Zod de Michael Shannon.


Como nada es perfecto, el guión tiene momentos inverosímiles que no soportarían un análisis lógico, y personajes algo desdibujados (a pesar del buen hacer de Cumberbacth, su villano podría haber tenido algo más de dimensión), pero también buenos diálogos, un elegante sentido del humor y una mirada limpia, optimista y en sintonía con la visión de Gene Roddenberry. Por esto, y por cosas como el maravilloso prólogo al estilo de los viejos seriales de aventuras, no nos queda más remedio que indultar los puntos oscuros de la historia, sin necesidad de fianza o apelación.

Con la humildad del fan que deja volar su imaginación, Abrams nos ofrece el Star Trek que él quisiera ver en pantalla. Una vez fue de los nuestros. Coleccionaba cromos, maquetas y cintas de vídeo. Ahora tiene el crédito y el respaldo de la industria necesarios para ofrecernos la aventura que de niños representábamos haciendo chocar nuestras naves de juguete.


No se me ocurre nadie mejor que él para entrar en el taller de George Lucas y pedirle prestados sus viejos cacharros. No veo el momento en que las puertas del Rancho Skywalker se abran, y este mecánico bajito, gafotas y de generosa nariz se ponga su mono de trabajo, para tratar de arreglar la hipervelocidad del Halcón Milenario. Si lo hace la mitad de bien que lo ha hecho con Kirk y los suyos, podemos estar tranquilos.

Así es que larga vida, prosperidad, y que la Fuerza nos acompañe a todos.

4 comentarios:

Biggs dijo...

Es una película magnífica. Espectacular, entretenida, con una puesta en escena impecable, un inicio arrebatador y un ritmo y energía imparables. Echo en falta un poco de "backstory" para el malvado, pues queda un poco desdibujado y sin detallar (de hecho sólo se dice su nombre completo un momento un toda la película), pero por lo demás pocos reproches puedo hacerle.

TE QUIERO (¿no querías un comentario bonito? :D )

Colt dijo...

Totalmente de acuerdo, divertida y muy bien llevada, unos protagonistas carismáticos y un malo de película. Muy recomendable.

Lenny dijo...

A mi la verdad no me cuadro tanto, me àrecio un guion vacio, sin conflicto real, sin sentir que se juegan algo. Y tiene dos partes que desprecio, por un lado la vieja y muy manida trampa de que el villano se hace arrestar para liarla desde dentro ("Dark Knight", "Avengers", "Skyfall"), despues esta esa escena donde una pava se queda en sujetador y bragas por ningun motivo aparente, simplemente para llenarle el ojo al espectador....

Doctor Vertov dijo...

Amigo Lenny. Como bien sabes no te quito razón en lo relativo a esas dos escenas, pero creo que en general se les ha dado demasiada trascendencia en los medios(sobre todo al hecho de que la chica aparezca semidesnuda). Para mí no empañan un resultado bastante positivo en general.

Compensando esos dos errores, yo observo grandes virtudes, como el trabajo de Quinto y Cumberbatch, la música de Giachino o el prólogo mismo, que es un sentido homenaje al género de aventuras.