viernes, octubre 18, 2013

La isla misteriosa (1961)

Estoy en mitad de un ciclo dedicado al mago del stop-motion, Ray Harryhausen, fallecido hace escasamente un año, cuyos avances en la filmación fotograma a fotograma supondrían todo un impulso a la industria de los efectos visuales desde los años cincuenta hasta principios de los ochenta. Tiempo durante el cual nos proveyó de jugosos títulos de género fantástico, mejores o peores, pero todos con el innegable encanto de la técnica que constituye su seña de identidad. 

Dos años antes de la icónica Jasón y los Argonautas y debido al éxito obtenido por Disney con Los Robinsones de los mares del sur; el consolidado equipo formado por el productor Charles H. Scheneer y el animador Ray Harryhausen convencieron a Columbia Pictures para adaptar el clásico de Jules Verne La isla misteriosa, que dirigiría Cy Endfield y se rodaría en la Costa Brava. El film cuenta la historia de unos combatientes de la Guerra de Secesión que, en su huída en globo, van a parar a una isla en apariencia deshabitada, donde tratarán de sobrevivir a fenómenos naturales que escapan a todo razonamiento científico.


De todas las películas de Harryhausen que llevo vistas, esta es la que más he disfrutado. Sin renunciar a la espectacularidad de los efectos especiales, la película ofrece una historia sólida y unos personajes bien definidos y carismáticos. Las licencias argumentales respecto a la novela de Jules Verne (tramas amorosas, y la vocación científica del capitán Nemo que propicia la aparición de los animales gigantes creados por Harryhausen), están integradas en la historia de manera natural y creíble.

  
El ritmo es el adecuado y la escenografía muy variada, imaginativa y de un colorido espectacular, con lo que el film no aburre ni siquiera visto en la actualidad. Cierto es que algunos efectos especiales han resistido regular el paso del tiempo, pero no hablo en este caso de las creaciones del animador (un cangrejo, abejas, un extraño ave y un pulpo gigantes), que siguen siendo maravillosas, sino de acusados bordes negros en las escenas que requieren integración óptica de elementos.


La película tiene no obstante un gran empaque visual y se aleja de otras producciones del maestro más tendentes hacia la serie B, cuando no a ser un mero vehículo para el lucimiento de las criaturas de stop-motion. Aquí son únicamente el condimento perfecto a una historia de aventuras agradable y bien contada. Mención especial merecen el director de fotografía Wikie Cooper por lograr una textura sólida, el decorador Francisco Prósper por su correctísima recreación del interior del Nautilus, y sobre todo, el grandísimo compositor Bernard Herrman, que con su score consigue elevar el trabajo de todos sus compañeros a una quinta dimensión. Para disfrutarla.

domingo, octubre 13, 2013

Cabin in the Woods (2012)

A menudo se habla de que tal o cual película, ha supuesto la reinvención del cine o de un género en concreto, y es bien cierto que muchas veces, esta supuesta reinvención resulta idónea para promocionar una determinada película. Exceptuando honrosas excepciones (La humanización de los gánsters de Tarantino, el western crepuscular de Clint Eastwood, la visión romántica de la mafia italiana de Coppola, o la revisión de la aventura folletinesca de George Lucas), a menudo estas supuestas reinvenciones no son más que un compendio de técnicas y prácticas cinematográficas ya explotadas que no pasa del mero homenaje, pero llevadas a su extremo, y de forma a veces más deslumbrante que brillante. De repente, y tras quedar maravillados con Kill Bill o Django de Tarantino, Buried de Rodrigo Cortés, o Gravity de Alfonso Cuarón (grandes películas a las que no discuto sus logros), pareciera que nunca existió el cine japonés, Hitchcock y su plano secuencia o el spagetti western de Leone.



No al mismo nivel, pero decididamente en el mismo juego de la reinvención, se mueve el slasher The cabin in the woods de Drew Goddar, con guión de Josh Whedon (escritor y director eficiente, que siempre ha aportado calidad a la industria, aun jugando en la liga de los blockbusters). La película empieza con una pandilla de adolescentes que van a pasar un fin de semana en una cabaña perdida en el bosque (familiar ¿verdad?). Poco sospechan que su llegada al refugio no es casual y que están siendo guiados por una gigantesca corporación que los tiene a su merced, permanentemente vigilados con micrófonos, cámaras de seguridad y gases tóxicos. Paralela a la historia de terror, se desarrolla pues una trama que revela la impostura de todos los códigos narrativos y de todas las situaciones clásicas en las que los protagonistas se verán envueltos.

Así pues, no solo se trata de referencias, sino de un auténtico meta-discurso intertextual que nos hace cómplices, poniendo a prueba nuestra memoria visual y herecia cultural, fusionando con ingenio el slasher más canalla de Sam Raimi con los textos más solemenes de Howard Philips Lovecraft. La baza principal con que juega la película, y que cobrará sentido hacia el final, es reafirmar todos esos estereotipos y ofrecernos una posible explicación y origen de los mismos.

Whedon asume su posición de narrador omisciente, ofreciéndonos no sólo el punto de vista de los protagonistas, sino mostrando desde el principio los entresijos de la farsa en la que están envueltos. Aunque sabemos más que ellos, el guión se guarda una sorpresa final que culmina primero en un clímax sangriento tan excesivo como original, y después en una fascinante revelación.

En el aspecto visual tenemos buenos efectos especiales, una fotografía correcta y sobre todo una deliciosa recreación de un buen número de perversiones que van desde los mitos clásicos y primarios (hombres lobo, zombis, los cenobitas de Hellriser, fantasmas y serpientes gigantes) hasta imágenes y conceptos de gran originalidad, especialmente ideados para la película.

Ninguno de los actores brilla con luz propia, pero todos cumplen con su cometido. Tenemos al hipermusculado Chris Hemsworth (el superhéroe Thor, el padre de James Kirk en Star Trek 2009 y novio de Elsa Pataki) y el cameo de una super-estrella clásica de Hollywood que vehicula la revelación final y sirve también para reactivar el interés en un momento en que podría decaer.



¿Reinventa Whedon el cine de terror? Sí y no. Varias veces cae en el mismo absurdo de las películas a las que alude (decidir de motu proprio que lo mejor es separarse no es más absurdo que decirdirlo a causa de un gas nocivo), pero también propone un enfoque totalmente nuevo que no recuerdo haber visto anteriormente.

The cabin in the woods ha de tomarse como un regalo a los fans más eruditos y conocedores; es una absoluta declaración de amor al género desde un profundo conocimiento del mismo, y también un delicioso caramelo de varias capas de sabor, en cuyo nucleo se encuentra la más perversa, sanguinolenta y pegajosa abominación. Después de dos años inédita en España, parece que Canal + va a promover un moderado y limitado reestreno en salas comerciales. Es la ocasión perfecta para pasar algo de miedo.

sábado, octubre 05, 2013

Gravity (2013)

Ya hemos visto Gravity, de Alfonso Cuarón. El hype a su alrededor ha ido creciendo en los últimos meses, y hace escasamente unos días, la crítica norteamericana caía rendida ante este thriller de ciencia-ficción con tintes dramáticos.

Quería ver Gravity completamente virgen. He sido cuidadoso de no auto-spoilearme ni siquiera en los detalles más insignificantes, así que cuando entré en la sala estaba abierto a todo tipo de acechanzas espaciales... alienígenas, fantasmas, plagas o demonios. Sin embargo, me encontré con una trama bastante más realista; una premisa tan elemental como llena de fuerza. Cuarón no juega al despiste ni nos marea con reveses narrativos; se trata de dos astronautas luchando por sobrevivir en la negra inmensidad del espacio. No hay más.



Con una historia reducida pues a su esencia, desprovista de subtramas, personajes secundarios o giros imposibles, el director y guionista demuestra que a veces menos es más, y que la aventura del dúo protagonista es suficiente para mantener el interés durante los noventa minutos que dura el film.

Los "giros imposibles" en este caso, son ejecutados por la cámara (real o virtual) y por el equipo técnico de efectos visuales. Si en Apollo 18, Lopez-Gallego optaba por un found-footage a partir de distintos formatos de filmación, Gravity está en el otro extremo. Como en Hijos de los Hombes, la estilización del plano secuencia es llevada de nuevo hasta sus últimas consecuencias. Sin cortar un sólo momento, la cámara recorre en vuelo rasante la estructura de los satétites; gira en perspectivas imposibles alrededor de nuestros protagonistas; los persigue a través de los angostos pasadizos de la ISS; y hasta asume su punto de vista subjetivo atravesando para ello el cristal de las escafandras. A pesar de esta ostentación, en ningún momento el discurso se sobrecarga en exceso, pues Alfonso Cuarón sabe cuándo detener la cámara en sugestivas composiciones visuales, logrando un tono intimista muy agradecido entre tanta acción. A este respecto, debe mencionarse el sobresaliente trabajo del director de fotografía de Emmanuel Lubezki y el hermoso e
inconfundible guiño visual a 2001; Una odisea en el espacio que protagoniza Sandra Bullock, quien por otro lado, ofrece una convincente interpretación por encima de su compañero masculino.



Gravity también funciona en el plano emocional, y aunque los personajes están trazados con brocha gorda, se logra una cierta complicidad que llega a conmovernos, debido al carisma y el talento de la pareja protagonista.

No es en ningún caso un film innovador; otros realizadores han jugueteado con el plano secuencia antes que Cuarón, y además, el formulismo de la vieja escuela queda patente en su apuesta por la espectacularidad y en un George Clooney quizás demasiado pegado  a su rol de galán maduro, aun en una situación de crisis. Acorde con este formulismo, agradecemos no obstante la inclusión de un score sinfónico muy potente y expresivo, que hasta asume el papel de los efectos de sonido allá donde el propio sonido no puede propagarse, y que hacia el desenlace, lleva la película a una intensa catarsis.


Con todo, Cuarón es valiente al no abandonar a sus personajes (un guionista inseguro hubiera incluido una subtrama en la Tierra). Su película es endiabladamente entretenida, y se mueve con soltura entre el blockbuster y el cine de autor, contentando a los verosimilistas tanto narrativamente (es sabido que la basura espacial puede resultar altamente destructiva) como en el diseño de producción (los trajes y las instalaciones espaciales están profusamente recreados); pero sin renunciar a la acción y a un punto de vista libre de ataduras, dollys y trípodes.

viernes, septiembre 27, 2013

Las Brujas de Zugarramurdi (2013)

Aunque hoy se estrena en los cines de toda España Las brujas de Zugarramurdi, en Copia Zero asistimos ayer a un pase especial para la prensa. Tenía bastante interés en ver la última película de Alex de la Iglesia, a quien considero un director valiente, que en los años noventa apostó por géneros poco usuales en el cine español. Nos regaló aquel diamante en bruto que fue Acción Mutante, y una gamberrada posmoderna con mucho gancho y tirón mediático como El Día de la Bestia. Sus dos siguientes películas (Perdita Durango y Muertos de Risa) se me antojaron algo peores, pero poco después llegaron 800 balas, La Comunidad, y Crimen Ferpecto, trilogía con la que alcanzó su cénit narrativo - con algún que otro exceso - y afianzó las constantes de su sello personal.

Aunque algunos quieran erigirle paladín del cine fantástico español, haciendo recuento, su cine se ha movido más bien en el terreno de la comedia negra. Y así, como una comedia cargada de cinismo e ironía, ha de digerirse Las Brujas de Zugarramurdi, que para la ocasión, coquetea con los códigos del cine de terror como mera fachada visual, sin ser en ningún caso, un horror film.



Como comedia hay que decir que funciona, debido a que su guión está muy apoyado en el diálogo y orientado al lucimiento de un reparto coral encabezado por Hugo Silva y Mario Casas, pero sólidamente respaldado por actrices consagradas como Carmen Maura, Terele Pávez o María Barranco; cómicos televisivos como Jaime Ordóñez, Santiago Segura, Secun de la Rosa y Carlos Areces, y gente muy competente como Enquique Villén, Pepón Nieto o Macarena Gómez. Todos ellos trabajan entre bien y muy bien, con la excepción de Casas.

Os aseguro que fui con la mente abierta, cofiando en el director y en sus decisiones de casting; pensaba de hecho, que esta era la oportunidad perfecta para que el actor demostrara que es algo más que una cara bonita. Muy a mi pesar, estaba equivocado. Su pobre y desconcertante interpretación casi podría servir como material divulgativo sobre "qué no hacer" en cualquier escuela de arte dramático.

  
 
El primer acto de la película funciona bien, es entretenido, rítmico y visualmente aceptable, aunque adolece de cierta torpeza en el montaje y algún detalle completamente inverosimil (aun en una comedia de estas características), pero se deja ver y es divertido. La película empieza a perder fuelle y a dilatarse innecesariamente cuando llegan al fronterizo pueblo de Zugarramurdi. Alex de la Iglesia parece no saber bien cómo abordar su mensaje (una mirada cínica hacia esa sociedad consumista gris, falta y necesitada de emociones fuertes, pues para el director todos somos unos idiotas reprimidos).


Las Brujas... no encuentra el punto justo entre el humor y el terror, que sí existe en films como Un hombre lobo americano en Londres, de John Landis, o la trilogía de Evil Dead de Sam Raimi. Quienes quieran encontrarse con la comedia española de raza, deben tolerar escenas bastante gore y guiños al terror más clásico, y quienes busquen al paladín del cine fantástico, arriesgado y valiente, tendrán que soportar las bufonadas de Hugo Silva y compañía.


Hay subtramas y personajes que no ofrecen el más mínimo interés (aunque sean necesarias para hacer avanzar la historia), como todo lo relativo al personaje interpretado por Carolina Bang, quién además es el error de cásting más significativo después de Mario Casas.

Paralelamente, el departamento de efectos visuales debió mimar un poco más el acabado final de la película, pues algunos de ellos resultan artificiales y no se integran a la perfección en el plano. También encontramos algunos errores formales de diverso tipo: La escena de la huída, por inverosímil y mal montada; el número musical gótico en plan Broadway, por no funcionar ni como catársis ni como parodia; y el plano final de Carmen Maura, Terele Pávez y Macarena Gómez, riendo tras exponer 'el mensaje' (las brujas como metáfora de las pulsiones primarias del ser humano), por forzado y falto de nervio.

Las Brujas de Zugarramurdi es una comedia española de las de siempre (hay palabrotas, pedetes y tetillas), con buenos actores y un guión muy bien estructurado a nivel coral para que todos ellos se luzcan; pero con una base argumental muy pobre, que se queda coja y pierde el norte hacia el ecuador del film.

domingo, septiembre 22, 2013

Moonrise Kingdom (Wes Anderson, 2012)

Aun sin ser un ferviente seguidor de Wes Anderson, le reconozco su refinado uso de la fotografía para generar atmósferas sugestivas y la creación de unos anti-héroes que dotan a su cine de un encanto especial, muy del gusto de hipsters y modernos, pero que también atrapa a los defensores de la vieja escuela, como quien firma esta reseña.

Moonrise kingdom transcurre en una tranquila isla de la costa de Nueva Inglaterra durante el verano de 1965 y cuenta la historia de una chica y un chico de doce años que se enamoran, hacen un pacto secreto y se escapan al bosque, provocando la alarma de toda una comunidad.




El film podría ser catalogado como una bien entendida comedia del absurdo, pero en ningún caso ha de meterse en el mismo saco que otras películas con la misma denominación (tipo Scary Movie o las sagas ochenteras terminadas en ...como puedas); está basamentada sobre una serie de referentes arquetípicos trasladados a un plano bastante más terrenal, que a su vez es  reinventado formalmente para resultar idílico y visualmente atractivo. Sobre una historia sencilla y honesta, sin demasiados reveses, se ejercen pues dos fuerzas tensoras. Por un lado, unos diálogos estudiadamente solemnes, apoyados por la música - de aire militar - y el montaje, y por otro un diseño de producción costumbrista muy llamativo. De la mezcla de ambos lenguajes nace irremediablemente un delicioso tono de comedia absurda, con la que es imposible no empatizar desde el primer plano.




Aun dentro del estilo tan particular del director (su gusto por una fotografía colorista, o el uso que hace del plano cenital, la simetría y los travelings laterales), el lenguaje fílmico adquiere rápidamente las formas del cine bélico, el melodrama, la epopeya clásica y hasta el falso documental, en lo que quiere ser un sello personal, presente en su filmografía desde casi sus primeros films.

Moonrise Kingdom cuenta con un reparto de primer nivel. No todos tienen tiempo para lucirse, pero sí que saben amoldandorse al tono del film con una gracia innata. En este sentido me sorprendió Bruce Willis, que desde hace algún tiempo, quizá consciente de su edad, ha ido abandonando su rol de héroe de acción por papeles más sosegados y reflexivos como este Capitán Sharp, en una evolución lógica parecida a la de su compañero de reparto Bill Murray, que en este caso se limita a cumplir su cometido (con creces, eso sí) debido al caracter coral del guión. Tampoco los niños lo hacen nada mal; en ningún caso me resultaron repelentes o reviejos (como suele suceder) sino que parecen entender a la perfección "de qué va el asunto" con Wes Anderson.



Por su carácter paródico y su sano sentido del humor, se me hace muy difícil encontarle fallos a Moonrise Kingdom, el guión es modélico, su ritmo es ágil y visualmente es de 10. Además, es una auténtica gozada ver a tantas estrellas de Hollywood pasándoselo en grande con sus respectivos papeles. Por más tecnicismos que suelte, se trata a fin de cuentas de una historia cercana y sincera para todos los públicos, que funciona a varios niveles de entendimiento y nos deja con una sonrisa en los labios.



Regreso a la Tierra (Joseph M. Newman y Jack Arnold, 1955)

A través del vasto universo de la cinematografía, la misión es a veces tan agotadora y solitaria que parece no acabar nunca. Pero tiene sus compensaciones; cada sonda lanzada al espacio, cada film desconocido, trae consigo nuevos hallazgos; un interminable catálogo de nuevas películas y directores igualmente desconocidos.

La última baliza de reconocimiento, reportó en mi pantalla la existencia de un film de 1955, en plena fiebre nuclear, llamadado This island, Earth, o como se tituló en España en 1980 (tras la dictadura franquista, aun sin tener ningún subtexto político), Regreso a la Tierra, un filme basado en los textos de  Raymond D. Jones, y dirigido por Joseph M. Newman y Jack Arnold, bajo el auspcio de Universal International Pictures.



Tras haber superado una prueba, sin él saberlo, al construir un interocitor (un extraño aparato con poderes extraordinarios), el doctor Meacham (Rex Reason) pasa a formar parte de un equipo internacional de científicos que trabajan en un programa secreto de investigación. Allí se encuentra con la profesora Ruth Adams (Faith Domergue), que parece no reconcerle. Meacham descubrirá muy pronto que está siendo manipulado por un grupo de extraterrestres con intenciones poco claras.

Para no andarme con demasiados rodeos diré que This island, Earth me ha encantado, y que es un delicioso caramelo para cualquier aficionado al género fantástico. A pesar de los dos años y medio que Universal empleó en su realización, debido principalmente al descontento del productor William Alland con el guión, y sus continuas reescrituras, así como a los terremotos que sacudieron el set de rodaje o el cambio del director, nada de esto parece influir en el resultado final. La historia cabalga a trote rápido con ese encanto e ingenuidad tan particular de la ciencia ficción de los años cincuenta, manteniendo con eficacia el suspense durante la construcción del interocitor, y toda la fase previa al reclutamiento de Meachan.





Un encanto no solo presente en la narración, sino también en su fotografía en Technicolor y en unos efectos especiales, que si en unas ocasiones (sobre todo al principio) no alcanzan el refinamiento de otros títulos de la época (me acuerdo ahora de Planeta Prohibido), sí que nos ofrecen hacia el final unas inolvidables vistas del planeta Metaluna, que constituyen el auténtico clímax visual de la película, donde se combinan todas las técnicas de la época. Maquetas de platillos volantes se integran a la perfección con matte paintings de civilizaciones extraterrestres y efectos ópticos de lásers y haces de luz.



Como nada hay perfecto, le achacaría un deux ex machina bastante importante hacia el final. Aun enmarcado en la ciencia ficción más febril, resulta decepcionante que tras una trama tan sólida y bien estructurada, los guionistas caigan en un gazapo tan obvio y pedestre, incluso para los no versados en Ciencias de la Atmósfera. 

Todavía están presentes en el imaginario colectivo aquellos mutantes de aspecto insectoide en los que Universal basó toda la imagen publicitaria del film, a pesar de salir apenas 5 minutos y no constituir ninguna amenaza real para los protagonistas; o la divertida peluca blanca de Jeff Morrow, que sería objeto de parodia / homenaje en la fallida Exploradores (Joe Dante, 1985).

Aun sin alcanzar el grado de excelencia de Ultimátum a la Tierra, La Invasión de los Ultracuerpos o la mencionada Planeta Prohibido, This island, Earth es perfectamente válida como título definitorio del género y la corriente imperante en aquellos tiempos, y su argumento logra atraparnos, divertirnos y hasta dejarnos con ganas de más.


domingo, septiembre 15, 2013

El Vuelo (Robert Zemeckis, 2012)

Poco tiene que demostrar a estas alturas Robert Zemeckis, una suerte de segundo rey midas de Hollywood con un talento innegable para seleccionar guiones (Regreso al Futuro), manejar grandes presupuestos (Forrest Gump), dirigir primorosamente a sus actores (aquí vale cualquiera, pero por no repetirme, mencionaré Lo que la verdad esconde), rodar en condiciones extremas (Naúfrago) y que además ha tenido el valor de sacar adelante un cine de animación digital con una vocación fotorrealista (Polar Express, Cuento de Navidad, Beowulf) que ni siquiera el gigante Pixar se ha atrevido a abordar.

Con El Vuelo, no diré que se ha superado (Forrest Gump sigue siendo para mí la cima de su carrera, tanto a nivel técnico y visual como narrativo), pero sí se atreve con un género cinematográfico que no ha abordado previamente: el drama del hombre corriente.




Denzel Washington encarna a un piloto atrapado en una espiral de degradación que comienza (paradójicamente) tras convertirse en héroe a ojos de la prensa y la opinión pública, al lograr aterrizar un avión que parecía condenado. Lo que los medios desconocen es que Whip Whitaker (Whashington) esconde un secreto que podría costarle su libertad y su reputación. Los abogados de la compañía aérea harán lo posible para ocultar el estado de embriagüez que sufría Whip durante el vuelo, mientras nuestro héroe tendrá que enfrentarse a la culpa, el remordimiento y a su propia adicción.

Zemeckis narra una historia dura y realista con pulso firme y seriedad. La película comienza con una estudiada catarsis que engancha al espectador desde el primer momento. La secuenca del accidente, y todo cuanto la precede es una lección gratuíta de montaje, planificación y dirección de actores. Denzel Washington se desenvuelve magistralmente en esta difícil escena, donde ha de transmitir aplomo, temple y confianza, y añadir a la mezcla la particularidad de estar bebido. Todo ello sin resultar excesivo o sobreactuado. Se comportará con la misma corrección durante el resto del film, así como sus compañeros de reparto, que hacen un gran trabajo (especialmente Kelly Reilly) y están a la altura de la estrella.



 
A pesar de su larga duración, el ritmo no flaquea. El principal tronco argumental gira en torno a la dificultad del protagonista para superar su alcoholismo, y a la maquinaria legal y burocrática para evitar su encarcelamiento. Pero complementando a este eje central encontramos varios alivios cómicos (de la mano del siempre eficiente John Goodman) y emocionales (que involucran a Kelly Reilly) hábilmente diseminados que hacen la película llevadera y entretenida.

Aunque predomina una fotografía de tonos realistas - muy de agradecer en los tiempos que corren - y un montaje bastante convencional - lo mismo -, Zemeckis se permite varios alardes visuales (todo lo relativo al accidente) e incluso algún recurso quizá más propio del cine de terror (cuando Whitaker agarra súbitamente un botellín de ginebra, el plano de detalle es realzado por la música y los efectos sonoros, provocando un leve sobresalto) que sorprendentemente tiene su justificación y resulta magistral a nivel expositivo.




Por poner algún pero, quizá me resulto excesivamente largo y redundante el desnudo integral de Nadine Velázquez (muy hermosa, por otro lado). Y bueno, el director juega sobre seguro, ofreciéndonos un final bastante predecible con moralina incluída, pero por una vez estoy dispuesto a tomarmelo en serio, aceptar la redención del protagonista e incluso tomar ejemplo y aprender de su error. En otras palabras, por esta vez me lo trago y saco varias cosas en claro que, a pesar de lo manido y vácuo de la frase, "me han hecho reflexionar". Robert Zemeckis sigue en forma.


sábado, septiembre 14, 2013

Seis mujeres para el asesino (Mario Bava, 1964)

Ayer tuve otra pequeña incursión en el cine de terror italiano. Esta vez, entrando de lleno en el giallo, de la mano de Mario Bava y sus Seis mujeres para el asesino. Co-producida en este caso junto a Mónaco y Francia, está considerada por muchos una película clave, por ser el primer giallo puro y absoluta referencia de todo lo que vendría después.

Aunque en mis críticas no suelo hablar de la edición en sí, en este caso no me resisto a denunciar abiertamente a una distribuidora de tan largo recorrido histórico como Filmax Vídeo, que en este caso ha dado un trato flagrante a estos giallos, editados a partir de un máster VHS de una calidad deplorable. Dicho esto, podemos entrar en materia.


Un asesino siembra el terror en el seno de un prestigioso salón de la moda que, bajo su fachada aristocrática, no es más que un pozo de perversión para las altas esferas de la sociedad. El criminal, ataviado con una máscara blanca, sombrero y gabardina, asesina brutalmente, una tras otra, a las bellas modelos que trabajan para la firma. Como ya mencioné al hablar de Aquarius, el giallo se basa en el recurso argumental del whodunit, siendo importante en la mayoría de los casos no solo el quién, sino el cómo. En lo relativo a esta "inventiva criminal", el filme de Bava, aunque no tan excesivo como títulos posteriores, muestra escenas realmente perturbadoras.

Irremediablemente, y como marcan las pautas del giallo, descubrir la identidad del asesino se hace difícil debido al empleo de numerosas pistas falsas diseminadas por todo el guión, sin otro objeto que el de confundir al espectador para sorprenderle con un giro inesperado en el tramo final.


Debido a este guión deliberadamente errático, y también por la iconografía del asesino, el filme de Bava se convierte un modelo paradigmático para definir el género, ya que las constantes del mismo se exponen con una claridad meridiana. Pude apreciar también una estética refinada y una fotografía contrastada y colorista, con una cierta vocación pictórica en algunos momentos. Esto es especialmente notable durante la secuencia de los títulos iniciales, que retrata en una bella composición de "cuadros vivientes" a los personajes que participarán del misterio.


A pesar de sus aciertos y su importancia histórica, el filme de Bava se me hizo algo antipático. No me fue posible la identificación primaria con ninguno de los  personajes, por su aire aristocrático y por la absoluta corrupción de su alma. Como fuere, hay que reconocer lo bien articulda que está la intriga, especialmente durante el tramo final; y es que, incluso tras conocer la identidad del asesino, todavía hay tiempo para otra memorable vuelta de tuerca. El uso de planos de detalle, efectos de sonido y sobre todo la magnífica interpretación contenida de Eva Bartok y Cameron Mitchell hacen imposible saber qué ha pasado hasta el último momento.

Aun habiéndola encontrado algo árida y falta de emoción por las razones comentadas, Seis mujeres para el asesino es desde luego una pieza indispensable para todo el que se quiera iniciar en el giallo, y con unas virtudes innegables.

jueves, septiembre 12, 2013

Aquarius (Michele, Soavi, 1987)

Recientemente me inicié en el cine de terror italiano; con curiosidad y cautela a partes iguales. Fui advertido de que, aunque la producción es abundante, hay que andar con mucho ojo para encontrar esas gemas de la cinematografía  y a los maestros indiscutibles del género, sorteando todo aquello que no pasa de ser serie B regulera. Se me suministró una lista muy concreta de títulos imprescindibles, o al menos interesantes y definitorios. Entre ellos se encontraba Aquarius, ópera prima de Michelle Soavi, un alumno aventajado de los padres del giallo. Aquarius ha sido además el regalo por mi 32 cumpleaños de mi buen amigo Francisco Gabaldón, investigador incansable de la intra-historia del cine y colaborador ocasional de Copia Zero ¡Gracias, Francisco! 

La película nos cuenta como en una noche lluviosa, una compañía de actores que ensayan una obra musical, quedan atrapados en un viejo teatro a merced de un misterioso psycokiller que actúa oculto tras una máscara de búho (inspirada en un cuadro de Max Ernst).



Aunque es imposible no mencionar el giallo al hablar de Aquarius, el filme apenas hace uso giros argumentales ni sorpresa final, sino que está más influenciado por el terror norteamericano de Viernes 13 o La Noche de Halloween, que por la obra de Mario Bava o Darío Argento; así, se apoya más en el look del asesino y sus brutales crímenes, que en el misterio o el suspense acerca de su identidad. Quizá me creé falsas expectativas al respecto, y perdió parte de su atractivo al no seguir las pautas del whodunit.

Hay que reconocer varias virtudes en el film Soavi, empezando por la elección del casting y un diseño caricaturesco de los personajes, simples solo en apariencia. En esta pandilla de comediantes estereotipados cristalizan con mucho acierto todas las fobias y filias, las ínfulas de gloria, el rencor y la envidia latente en este mundillo del teatro. Del mismo modo, hay una clara intención de banalizar y subvertir, no solo a la farándula que es retratada, sino también los propios arquetipos del cine de terror. El filme es tan académico, redundante y directo en sus modos de enunciación que podría entenderse como una parodia autoconsciente del género (algo en lo que los italianos son expertos, aunque no siempre alcanzan el refinamiento de este Aquarius).



Varias perlas del guión nos alertan sobre ese carácter metalingüistico. Es hilarante cuando Brett (un inspirado Giovanni Lombardo) sentencia "Esto parece un telefilme romántico de segunda categoría" después de haber escuchado a escondidas la conversación apasionada de una pareja de amantes; o cuando vemos al propio Soavi (que interpreta a un policía) mirarse en el espejo mientras pregunta "¿Crees que me parezco a James Dean?", a lo que su compañero de patrulla, algo más viejo, le responde "¡Si tú eres James Dean, yo soy Marlon Brando!".

Dónde otros verían falta de imaginación o inexperiencia, creo apreciar un velado homenaje autorreferencial, cargado de fina ironía y sentido del humor, que funciona y da sentido a la que por otro lado es una trama bastante insustancial, sin apenas suspense, y mil veces contada. Si los guiños sutiles del metacine no nos entusiasmaran, Soavi no tiene problema en obsequiarnos con cosas más terrenales. En este caso, hablamos de asesinatos bastante ingeniosos, exagerados y truculentos, culminando en una tétrica escena final, que al igual que la máscara de buho, también tendrá reminiscencias pictóricas e incluso bíblicas.



Mención aparte merece la cuidada fotografía de Renato Tafuri, quien sorprendentemente logra una textura sólida, depurada y de gran colorido a partir de una escenografía discreta y unos interiores sin demasiado glamour.

Una pena que el guión de Luigi Montefiore (acreditado en esta y otras películas con el seudónimo yanki de George Eastman) no vaya un poco más allá de su ironía intertextual, para ofrecernos ese giro imposible, la gran sorpresa final. Es en definitiva una película interesante, con bastantes buenas ideas, y un gran atractivo visual, pero mi predisposición a disfrutar de un giallo 100% desvirtuó levemente la experiencia.

sábado, septiembre 07, 2013

Apollo 18 (Gonzalo López-Gallego, 2011)

Aunque en los ochenta hubo experimentos como Holocausto Canibal (Ruggero Deodato, 1980), el género del found footage se hizo popular en 1999 con El proyecto de la bruja de Blair (Edward H. Ferebee y Daniel Myrick). He de reconocer que me impactó, pero lo que no podía imaginar es que aquella moda tendría tanta continuidad, y que llegaríamos a aceptarla plenamente. Mi principal reserva se fundamentaba en la poca o nula verosimilitud de que los protagonistas de una experiencia traumática in extremis, conservaran al mismo tiempo el temple necesario para documentarlo todo en vídeo.

Sin embargo, en los doce años que han pasado, el espectador parece haberse acostumbrado a la impostura, aceptando el pacto de ficcionalidad y sumergiéndose por completo en la trama. Ya asumimos plenamente la argucia narrativa de siempre: ese deber moral y anti-sistema de documentar un horror, desencadenado casi siempre por la acción (u omisión de acción) de algún ente de poder más o menos concreto, que desea que la verdad no salga a la luz. Cuando no se trata de una acción insurgente, las grabaciones podrían simplemente constituir un cuaderno de bitácora, o en los casos más dramáticos, un testamento. Como sea, y por si acaso no resultara del todo convinencente, casi siempre ponen a alguien diciendo "¡Apaga esa puta cámara! ¿Por qué cojones tienes que grabarlo todo?" o alguna fórmula similar. A mi me vale.


El género ha madurado con el tiempo, y nos ha permitido disfrutar de títulos muy interesantes, casi siempre de terror, como Rec (Jaume Balagueró, 2007) o Paranormal Activity (Oren Peli, 2007) y sus continuaciones, pero a veces también se ha orientado a la ciencia ficción, como es el caso de Monstruoso (Matt Reeves, 2008).

Apollo 18, navega con soltura entre ambos géneros, y es un film con una premisa tan buena que cuesta creer que a nadie se le ocurriera antes. Narrada en primera persona, y ambientada en la Luna, con la carrera espacial norteamericana como trasfondo, el guión de Brian Miller era un lujo para Gonzalo López-Gallego, un declarado entusiasta del género (tal como apuntaba en Bajo el arcoiris). La vinculación al programa Apollo ofrece posibilidades infinitas al genero, tanto en el plano narrativo como en el visual y plástico, reforzando la credibilidad de una ficción que siempre coquetea con la realidad.

Comienza con un prólogo ágil que en pocos minutos nos pone en situación (y también en órbita). A los diez minutos ya hemos alunizado y comenzado la misión. La trama no es nada nuevo, de hecho, coincide en muchos puntos con un filme tan mítico como Alien, El 8º Pasajero (Ridley Scott, 1979) pero el buen trabajo actoral y la narrativa del found footage, más depurada y natural de lo habitual, pronto nos hace olvidar cualquier referencia.


La posibilidad de estudiar viejas grabaciones oficiales y tratar de recrear en postproducción su particular textura fílmica es sin duda un caramelo para los artistas gráficos, y en Apollo 18 se ha logrado con todo lujo de detalles, encubriendo con éxito los parajes desérticos canadienses donde fue rodada. Realmente parece una misión del programa lunar. Los trajes espaciales, el cohete, las cápsulas, las bromas de los astronautas... Todo nos resulta familiar, y por ello, una vez se desata, el terror resulta doblemente impactante. López-Gallego ha dado además un cariz emocional a los cortes bruscos y a los virados de color tan caracteristicos de esas viejas grabaciones en 8 o 16 mm, pues casualmente aparecen en los momentos más tensos. 

Del mismo modo, a pesar de usar los códigos clásicos del horror film, no solo sufriremos los chimpunes creados en la sala de montaje; también hay escenas de suspense muy elegantes y estudiadas, como el hallazgo de una nave rusa (un gran trabajo de diseño), o esos leves movimientos en un páramo rocoso.


Precisamente durante esos misteriosos movimientos, agradecí mucho una referencia bastante clara e intencional al papel del narrador onmisciente, rara vez aludido en estos films que se basan casi únicamente en una pretendida y falsa narración testimonial. Si este material fue realmente encontrado ¿Quién lo hayó? ¿Con qué intención lo está montando? ¿Dónde piensa exhibirlo?. Aunque Apollo 18 no responde a estas preguntas, si que incluye varios zooms artificiales que dirigen claramente nuestra mirada a la zona rocosa que se mueve, reforzando la figura del montador. Es decir, el material encontrado se habría editado con una vocación documental, no dramática. El narrador no se esconde tras un montaje convencional, sino que refuerza su presencia siempre que tiene ocasión.

Aunque no sintamos auténtico horror, el suspense se mantiene con eficacia y hay momentos de tensión muy logrados. El guión puede flaquear en algún punto (el secretismo de la Nasa; la crueldad de los responsables en Tierra; o la verdadera naturaleza de la misión se revelan como pobres excusas orientadas a escenificar esta situación límite), pero el diálogo esta bien escrito y la estructura es correcta, lo que hacen de Apollo 18 una película aceptable, interesante y francamente entretenida. 


lunes, septiembre 02, 2013

El Llanero Solitario (Gore Verbinski, 2013)

Fui al cine a ver El Llanero Solitario muy intrigado por la respuesta negativa del sector más conservador de la crítica estadounidense, y es que la Historia Fundacional de los EE.UU. no deja de ser una época oscuroa sobre la que no se permiten demasiadas frivolidades. La película sustenta una trama de ficción sobre la historia real de la colonización y aun disfrazada de comedia y cinta de acción, juzga duramente a sus artífices.

Parece que últimamente, reivindicar el western está de moda. Ya sea en forma de remake revisionista crepuscular, como en Valor de Ley (dónde Jeff Bridges se medía con el mismísimo John Wayne), tributo metalingüistico a golpe de hip-hop, como en Django Desencadenado, o una simple comedia de aventuras con tintes dramáticos, como en el caso que nos ocupa.




Reconozco a los detractores que la película está inflada en todos los sentidos, tanto en su duración, como en su épica o su empaque visual. Sobra bastante metraje, casi todo en el tramo medio, donde las idas y venidas de los héroes a través del desierto se suceden sin que haya ninguna progresión real en la trama, que por otro lado es bastante simple (el giro final se huele a kilómetros de distancia).

En este aspecto, la parte del burdel me parece bastante prescindible, y no solo por tener que soportar una vez más a Helena Bonham Carter convertida la musa de un emo entrado en años (pareciera que su marido Tim Burton la haya desmembrado y cosido de nuevo, haciéndola volver de entre los muertos como una muñeca condenada a repetir lo mismo una y otra vez), sino también por cuestiones estructurales y de narratividad.



El Llanero Solitario quiere reivindicar la vieja gloria del western clásico, no sólo usando los mismos héroes arquetípicos; situándolos en localizaciones reales de Utah o Arizona, o dotando a los planos de aquel tono ocre brillante, sino también recurriendo al homenaje (o plagio) directo de títulos legendarios, en especial de la obra cumbre de Sergio Leone, Hasta que llegó su hora, en dos escenas muy concretas. Agradecí esta épica al principio, pero hacia el final me resultó ya demasiado machacona, cuando la sombra de Leone empezó a ser demasiado obvia en el aspecto visual y plástico.

Aunque no soy amigo de los excesos, debo decir que lo más logrado de la cinta son los momentos de acción. Que no se me malinterprete; el atractivo de estas escenas radica en un montaje ágil, y en un bien entendido sentido del espectáculo y de la aventura, no en la destrucción masiva ni en el exhibicionismo técnico presente en los últimos blockbusters.


También merece una valoración positiva el elenco protagonista. Armie Hammer logra encarnar con gracia a ese héroe simpático de moral patética y trasnochada. A Johnny Deep y la Carter, pude digerirlos con más facilidad que en sus últimos trabajos y los secundarios están correctos y cumplen su función. También hace un buen trabajo el compositor Hans Zimmer, junto al no acreditado Jack White, que abandonó  su trabajo en mitad de la producción. Ambos logran transmitir con su música el tono adecuado para esta película.

El Llanero Solitario es, en definitiva, un divertimento a la altura de las espectativas; y más tratándose de Disney y Bruckheimer. Quizá un poco dilatada en su tramo intermedio, pero igualmente disfrutable, técnicamente intachable y con un toque antiamericanista que siempre se agradece.

lunes, agosto 26, 2013

Halloween. La Maldición de Michael Myers (Joe Chapelle, 1995)

Aquí estamos de nuevo con el ciclo Halloween, analizando la sexta parte de la saga: Halloween; La maldición de Michael Myers. Algunos de mis lectores me han recomendado abandonar de una vez la casposidad de las últimas aventuras del sanguinario asesino de la máscara blanca, para priorizar otro tipo de películas más actuales, que situarían a este humilde bloguero en la primera línea de las búsqueadas de Google. Y no les falta razón, pues poca o ninguna chicha puede sacarse a estas alturas a la franquicia. Sin embargo, es menester terminar lo que uno empieza, y aparte de que la experiencia esta siendo enormemente divertida, si algo aprendí en la Universidad, es que todo es susceptible y digno de análisis.


En 1995, el director Joe Chappelle - reubicado en la industria televisiva como productor/director de los sonados éxitos de The Wire y CSI - trata de cerrar la historia que seis años antes se había quedado en un punto álgido, con Jamie Lloyd secuestrada por un misterioso hombre de negro, que también había liberado a Michael convirtiendo la comisaría donde le recluían en un auténtico matadero. Con excepción del incansable Donald Pleasence, el reparto es completamente nuevo y sitúa a los personajes 10 años después de los acontecimientos narrados en Halloween 5. Ahora, descubrimos que Michael y Jamie permanecen ocultos en el sótano del sanatorio mental Smith's Groove, protegidos por una secta satánica celta, que apoya y sustenta el legado de Michael Myers. Cuando Jamie trata de huir con su hijo recien nacido, es brutalmente asesinada por su tío poco después de ocultar a su bebé, que es recogido por Tommy Doyle (Paul Rudd), el niño que sobrevivió al primer ataque de Michael y protegido en Haddonfield por Kara Strode (hermanastra de Laurie), y el propio doctor Loomis.



La premisa de la secta ocultista era ciertamente novedosa y prometedora, y tiene cierto desarrollo hacia el ecuador de la película. Pero aunque se intente dar una justificación a los asesinatos de Michael y una explicación a su inmortalidad, todo ello está cogido con alfileres y se hace confuso y poco creíble, debido en gran medida a los recortes que sufrió la película en la edición (circula por ahí un Producer's Cut). Desprovista de una base sólida, Halloween 6 es otro slasher más que no aporta ninguna virtud sobre sus antecesoras, repite los mismos fallos e incluso prescinde de lo más valioso que tenían Halloween 4 y 5; la niña Danielle Harris, que fue sustituída por una tal J.C. Brandy en su papel de Jamie. El resto del reparto no es para tirar cohetes; y tan solo es interesante, como mera curiosidad, la presencia de Paul Rudd, que unos años después conocería el éxito en la serie Friends, interpretando al marido de Phoebe. Donald Pleasence mejora sustancialmente con respecto a su trabajo en la quinta parte, ofeciendo una épica y veteranía al personaje de Loomis que supondría un digno final para el personaje.




El actor falleció unos meses después de finalizar la película y con su muerte se cerraba el arco argumental en torno a Jamie Lloyd, constituído por las partes 4, 5 y 6. Hablando claro, las tres me han parecido malísimas, pero reconozco a la cuarta y a su productor Mustapha Akkad - el miembro más veterano del equipo, presente en todas las películas de la saga -, la valentía de intentar actualizar los personajes creados por John Carpenter. En cualquier caso, esta segunda trilogía es muy apreciada por los fans, que la elevan a la categoría de cine de culto, como demuestran las contínuas apariciones de Danielle Harris en diversos filmes de terror posteriores, así como su presencia en muchísimas convenciones dedicadas a Halloween o al fantástico en general.

Tres años mas tarde la saga iniciaría su tercer reboot comercial con la vuelta de Jamie Lee Curtis en las películas Halloween H20 (Steve Miner, 1998) y Halloween Resurrección (Rick Rosenthal, 2002).

martes, agosto 20, 2013

Silencio desde el mal (James Wan, 2007)

Tras el éxito de Saw (2004), James Wan dirigió Silencio desde el mal, o Dead Silence (2007), una historia de fantasmas contemporánea pero con un aire clásico que ya apuntaba por donde iban a tirar trabajos posteriores como Insidious (2010) o la reciente The Conjuring (2013).



Encontramos en Dead Silence algunos de los elementos iconográficos que pasarán con el tiempo a ser "su sello". Esto es, un fetichismo obsesivo hacia los muñecos, una estética manierista algo deudora de la Hammer, y una insistencia en montaje de impacto propio de las películas de terror, que a diferencia de en Insidious, aquí no ofrecen ese "algo más" quedándose en la mera repetición de la vieja fórmula.


De todas sus películas, esta es la que me ha parecido más floja, impostada y facilona. Una historia de fantasmas que de tan clasicista resulta antinatural y recargada. Pareciera que Wan hubiera redactado una lista con sus imágenes terroríficas favoritas y las hubiera metido a propósito en el guión. Tenemos un muñeco diabólico, un cartel ajado de "Bienvenido a Ravens Fair, un bello lugar para vivir" (como en Pesadilla en Elm Street o Silent Hill), la mecedora moviéndose sola (como en the Legend of Hell House), un ominoso teatro en ruinas (como en Angustia, de Bigas Luna y algún relato de Clive Barker) y un riachuelo que alude directamente al siniestro lago Aqueronte, de la mitología griega, por no hablar de unos créditos iniciales inspirados en el trabajo de Kyle Cooper para Seven (David Fincher, 1995). Aunque Wan cuida los detalles, al final, el resultado plástico de estas imágenes me resulta excesivamente artificioso y por debajo de otras obras anteriores muy similares.


Con la historia me ocurre más o menos lo mismo que con la fotografía. El guión aspira a ser el cuento gótico de fantasmas definitivo, pero no consigue ser más que un batiburrillo de historias de campamento contadas a la luz de una linterna. Por ello, el desarrollo de la historia no suscita el interés suficiente y las distintas partes del enigma tardan en interconectarse impacientando así al espectador. Al menos a este espectador, que ya en la primera hora estaba diciendo... "contadme lo que sea, pero contádmelo ya".

Entre sus aciertos, he de decir que algunos sustos estaban bien conseguidos (a la manera clásica) y que el climax final me pareció bastante original, aunque me fallen todos los giros que me han llevado hasta allí.

No está mal para un sábado por la tarde, pero sin duda podría estar mejor. Podría tener la cómica desvergüenza de Insidious, la belleza plástica de The Conjuring y la mala hostia de Saw, pero bueno... todos tenemos un hijo coñazo. Quizá Dead Silence sea el de James Wan.