Hace unos días terminé el libro La Casa Infernal, de Richard Matheson, quien retaba con este escrito a Shirley Jackson, autora del exitoso The Haunting of Hill House, que también conoció una adaptación cinematográfica en el año 1963 (The Haunting, dirigida por Robert Wise). El resultado fue una historia que pretendía ser el paradigma de los cuentos de casa encantada, y que cargaba las tintas en cuanto a sadismo, brutalidad y perversiones sexuales. Aunque algo directa y parca en introspección en los personajes, me ha resultado una novela endiabladamente entretenida en su desarrollo, aunque algo dilatada en su final, que podría haber solapado diversas acciones para hacerlas coincidir en un verdadero clímax, en lugar de secuenciarlas la una tras la otra.
Dicho esto, acogí con muchas expectativas la película de John Hough, muy especializado en aquel entrañable cine Disney de acción real y con algunos capítulos de Los Vengadores (la serie clásica) en su haber. Más que Hough, lo que realmente me atraía de esta producción era la presencia de Roddy McDowall (interpretando al médium B. F. Fischer) y un guión firmado por el propio Matheson, que de alguna forma era garantía de fidelidad al libro.
Durante los primeros minutos, sentí que estaba ante ese cine de terror con solera y denominación de origen, tan recargado como pulcro en su fotografía, y con encuadres de gran belleza y sugestión. Un gótico inglés poderoso e hipnótico en la línea de Hammer Films, que también recuerda a Sergio Leone en el uso del primerísimo primer plano. Aunque durante el desarrollo del filme, este gusto por la estética se mantiene, alguna de las tomas más arriesgadas (vistas subjetivas, cámara en mano, planos cenitales, etc.) llegaron a sacarme por momentos de la historia.
El reparto es sin duda acertadísimo, los rostros de Roddy McDowall, Clive Revill, Pamela Franklin y Gale Hunnincut no distan demasiado de los que imaginé para Fischer, Barret, Edith (que aquí se llama Ann) y Florence al leer el libro, y todos ellos hacen suyo cada personaje sin la mayor dificultad e incluso con varios momentos brillantes, especialmente McDowall y Hunnincut, logrando imponerse sobre la dirección algo mecánica y desapasionada de John Hough.
El principal problema de La Leyenda de la mansión del infierno quizá sea el guión de Matheson. Si la parquedad introspectiva de la novela es una opción válida, sometida únicamente al gusto del lector; el guión cinematográfico sí tiene importantes carencias (aunque de otra naturaleza). Y es que se trata apenas de una breve escaleta informativa; diálogos y acciones han sido reducidos a su esencia y parecen suceder de forma atropellada y sin tiempo a digerir los acontecimientos. Además, tratándose de una película del 73, resultaba prácticamente imposible trasladar a la gran pantalla la brutalidad sexual y el sadismo de la novela, con lo que Matheson, en su condición de guionista, se autocensura obviando los momentos más jugosos y perturbadores.
La leyenda de la mansión del infierno, sin duda agradará los fans del terror clásico, por su cuidada fotografía y atmósfera sugestiva, amén de algunos momentos terroríficos bastante conseguidos, como el ataque poltergeist a Barret, pero no es en ningún caso la "película definitiva" de casas encantadas, como así pretendía serlo la novela en el ámbito literario.
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