Ayer fuimos invitados al pase de prensa de Saving Mr. Banks, dirigida por John Lee Hancock, quien además de realizador, también es el guionista de títulos tan dispares como Un mundo perfecto (Clint Eastwood, 1993) o Blancanieves, La leyenda del cazador (Rupert Sanders, 2012).
Tras veinte años de insistencia por parte de Walt Disney (Tom Hanks), la escritora P. L. Travers (Emma Thompson) accede finalmente a que su libro Mary Poppins pueda ser llevado a la gran pantalla. Con la intención de controlar el proyecto antes de dar su sí definitivo, Travers viaja de Londres a Los Ángeles para encontrarse con el gran magnate y su equipo creativo.
Aunque al principio se pensó en realizar esta película al margen del gran estudio, finalmente ha sido producida conjuntamente entre Disney y Ruby Pictures. Consecuentemente, no esperábamos en ningún caso una crítica descarnada al establishment de Hollywood ni al gigante de los dibujos animados. El guión de Kelly Marcel es pues una descafeinada sucesión de disputas cómicas entre los miembros del estudio y la escritora, habilmente aderezada con múltiples referencias al film clásico. Paralelamente, nos meten con calzador la dura infancia de la escritora. Estos flashbacks, de gran belleza visual y en principio "decisivos" para entender el drama interno de la Sra. Travers, se me hicieron, no obstante, demasiado recurrentes. No quiero decir que sobren, pero si omitiría algunos de ellos.
El arco evolutivo de la escritora es el ABC de cualquier guión comercial, empieza siendo dura y autoritaria, para acabar comulgando con la política del gran estudio, aceptando todo aquello de lo que al principio se quejaba (la inclusión de palabras inventadas, pingüinos animados, canciones e incluso el color rojo), lo cual tampoco es ningún secreto si se ha visto Mary Poppins. Algo así como el Señor Banks interpretado por David Tomlinson en el filme clásico.
Nada se puede decir contra Tom Hanks y Emma Thompson, muy agusto en papeles hechos a su medida, ni contra Paul Giamatti o Colin Farrell (que interpreta al padre de Travers en los flashbacks). Todos ellos son actores de primer nivel, están geniales y tienen algún momento brillante.
No sabemos cuánto hay de verdad en Saving Mr. Banks, aunque salvo alguna licencia dramática, tampoco debe distar mucho de los hechos reales. Realmente no llega a haber un conflicto serio o interesante, aunque sí una sucesión de gags cómicos que inciden en el caracter arisco de Travers, contrapuesto al talante conciliador y bonachón de Disney y su equipo (todos ellos, desde la secretaria de Walt, hasta el compositor de la música, son encantadores a más no poder). Lo más que se puede decir de Saving Mr. Banks, es que es una película agradable, bienintencionada y a ratos divertida, tanto más si admiramos y tenemos fresca aquella Mary Poppins del 64. Quizá con eso sea bastante.
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