Me llamó la atención el trailer esta película en su momento, pero hasta ahora no había tenido ocasión de verla. La novela gráfica creada por el canadiense Brian Lee O'Maley necesitaba un director a la altura, que "entendiera de cómics" y trasladara la historia de Scott Pilgrim y Ramona Flowers con eficacia a la pantalla. El elegido sería Edgar Wright, un especialista en adaptar y subvertir el lenguaje de la cultura pop, aderezándolo con un fino humor inglés y un estilo visual deslumbrante. Bajo el manto protector de Universal no parecía que la cosa fuera a quedarse a medio gas.
En efecto, 60 millones de dólares dan de sobra para recrear la orgía visual multirreferencial que es Scott Pillgrim contra el mundo, una comedia romántica cuya delirante trama - para ganar el corazón de una chica, el protagonista debe derrotar a sus 7 ex novios - hemos de aceptar a la fuerza y sin concesiones, pues se nos ofrece recargada hasta el exceso de guiños a los videojuegos, al lenguaje televisivo y al del cómic, que es al fin y al cabo, la materia prima del film. También hay algo del montaje estilizado y causal (que no casual) de Guy Ritchie, que aunque gastado, parece seguir funcionando y vehicula en esta película algunos de los mejores gags.
Así pues, el film está fuertemente apoyado en el humor y en unos efectos especiales cuya presencia manifiesta, es uno de los principales motores del film. A pesar de desarrollarse en un ambiente realista y urbano, el alocado universo de Scott Pilgrim prescinde de las reglas de la naturaleza o los principios morales. Faltos de una base verosímil que nos haga temer por los personajes, el principal interés de la cinta estriba en anticipar quién será el próximo ex-novio que combatirá con Scott; en qué escenario, y con qué nuevos FX se desarrollará la pelea.
Con todo, aunque no haya un peligro real ni una situación de conflicto emocional lo suficientemente fuerte (todo el drama está tamizado de un halo de irrealidad y buenrollismo que hace imposible que nos impliquemos), la intachable estructura del guión ofrece momentos intimistas y diálogos ingeniosos que compensan las escenas de acción y sacan lo mejor de los actores, en especial de Michael Cera, que resulta brillante en su encarnación de ese arquetipo tan agradecido como poco realista que es el perdedor carismático.
Al final la película funciona, tanto la parte dramática suavizada y digerible a lo sit-com semanal, como las peleas adornadas por gracia y obra del teclado y la paleta gráfica, logrando un todo consistente, pulcro y divertido. Scott Pilgrim contra el mundo es, en definitiva, una fábula adolescente ligera que supone la sublimación de lo nerd hasta convertirlo en cool, consiguiendo agradar tanto a otakus, gamers y modernos como a profanos y cinéfilos.
Al final la película funciona, tanto la parte dramática suavizada y digerible a lo sit-com semanal, como las peleas adornadas por gracia y obra del teclado y la paleta gráfica, logrando un todo consistente, pulcro y divertido. Scott Pilgrim contra el mundo es, en definitiva, una fábula adolescente ligera que supone la sublimación de lo nerd hasta convertirlo en cool, consiguiendo agradar tanto a otakus, gamers y modernos como a profanos y cinéfilos.
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