Ayer asistimos a la premiere en los Cines Callao de 10.000 noches en ninguna parte, la tercera película (y la más personal) de Ramón Salazar (Piedras, 20 centímetros, guionista de Tres metros sobre el cielo y Tengo ganas de tí). Con reservas motivadas por sus guiones para dramas adolescentes, pero con un firme interés en ver el resultado de esta película autoproducida y filmada con una Canon 5D, entré en el cine tratando de liberar mi mente de prejuicios.
Se nos cuenta la historia de un joven apocado y gris (Andrés Gertrudix), que cuida de su madre alcohólica (Susi Sánchez) en un oscuro piso del centro de Madrid. Un día emprende una suerte de viaje iniciático que podría cambiar su vida y abrirle las puertas a un mayor entendimiento de si mismo. Sus pasos le llevan a París, dónde conocerá a una española muy peculiar (Lola Dueñas) y a Berlín, donde trabará amistad con un grupo de artistas (entre ellos, Najwa Nimri).
Es preciso advertir que 10.000 noches en ninguna parte no sigue los estándares del cine comercial, la historia es deliberadamente inconexa y hasta simbólica; correspondiendo al espectador sacar sus propias conclusiones.
Dicho esto, tengo que decir que me sorprendió gratamente, no solo por el intachable acabado técnico y su lograda dirección de fotografía (no olvidemos los medios limitados con que se rodó), sino por el uso del montaje y los recursos narrativos. Ramón Salazar (que también firma el guión) articula un montaje paralelo entre lo que se supone son tres etapas en la vida del protagonista. Aunque el director confiesa haber empezado a rodar cuando el guión no estaba del todo perfilado, el conjunto resulta sólido y consistente.
Dicho esto, tengo que decir que me sorprendió gratamente, no solo por el intachable acabado técnico y su lograda dirección de fotografía (no olvidemos los medios limitados con que se rodó), sino por el uso del montaje y los recursos narrativos. Ramón Salazar (que también firma el guión) articula un montaje paralelo entre lo que se supone son tres etapas en la vida del protagonista. Aunque el director confiesa haber empezado a rodar cuando el guión no estaba del todo perfilado, el conjunto resulta sólido y consistente.
En la ficción comercial me suelen molestar ciertos recursos, cuando se usan sin mesura. Por contra, en el filme de Salazar, la cámara en mano y el uso de la profundidad de campo, no resultan en absoluto chocantes o carentes de sentido, sino que le otorgan fuerza y también un cierto tono verosimilista que resulta idóneo para la historia.
Inteligentemente, y aun situando la acción en ciudades tan icónicas como París o Berlín, Salazar retrata con discreción los momumentos y lugares emblemáticos, centrando su atención en crear ambientes etéreos llenos de significado, desligados de un tiempo y lugar concreto. Para ello, opta además por no dar nombre a sus personajes, que no pasan de ser "el joven", "su hermana" o "una chica". A pesar de su estructura libre y final abierto, el director sitúa con acierto distintas claves que nos sugieren el sentido del film, y es que ni siquiera durante su huída hacia adelante, el joven podrá renunciar a
lo cotidiano; reubicando las pálidas luces de su oscura realidad, en un entorno donde puedan brillar; transformadas y adecuadas a dicho entorno, pero refrendando y revelando la propia identidad del protagonista.
En el plano actoral Lola Dueñas, Najwa Nimri y el resto del elenco cumplen y están a la altura, pero hay que destacar sobre todo el buen trabajo de Andrés Gertrudix, quien, por decisión del director, trabajó sin apenas indicaciones sobre su personaje; y Susi Sánchez, que demuestra veteranía y tablas, en un papel que se me antoja el más completo y difícil de la cinta.
Aunque en mi misma fila, una pareja se levantó a mitad de la proyección, en ningún caso el ritmo pausado del filme me pareció un error; aunque sí considero que la película se dilata en exceso hacia el final, dónde algunas escenas me resultaron redundantes y poco reveladoras, otras incurrían sin necesidad en mostrar desnudos integrales, como tantos otros films patrios (apuesto a que nunca veré los genitales a George Clooney o Julia Roberts, pero ya se como son los de Andrés Gertrudix, algo es algo).
10.000 noches en ninguna parte no es, como apuntábamos, un filme sujeto a los estándares. Ni a los del cine comercial, ni a los del cine español (o no a todos, al menos). Tampoco lo pretende ni lo necesita; es una historia intimista de sentimientos y pasiones que se digiere con naturalidad y desde las entrañas, sin resultar por ello pretenciosa o ininteligible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario